“Si
la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no
entrarán en el Reino de los Cielos” (Mt
5, 20-26). ¿En qué consiste esta “justicia superior”, necesaria para entrar en
el Reino de los cielos? Consiste en que, a partir de Jesús, Dios ya no está
solo en las alturas inaccesibles y si bien continúa siendo Dios Todopoderoso, Omnisciente,
ahora, por la gracia santificante que nos granjea Jesús por su sacrificio en
cruz, inhabita, en su Trinidad de Personas, en el alma del justo, es decir, en
el alma del que está en gracia. Esto hace que, a diferencia del Antiguo
Testamento, en el que bastaba con un cumplimiento meramente exterior de la ley –por
ejemplo, bastaba con “No matar” para cumplir la ley en ese punto-, ahora, en el
Nuevo Testamento, ya no basta con simplemente “No matar”: ahora, puesto que
Dios está en el interior del corazón y por lo tanto el alma está en su
Presencia noche y día, cualquier pensamiento malicioso, por pequeño que sea, dirigido
hacia el prójimo, es pronunciado en la mente delante de Dios y ésa es la razón
por la cual el cumplimiento de la ley es mucho más exigente con Cristo que
antes de Él.
“Si
la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no
entrarán en el Reino de los Cielos”. Como cristianos, debemos tomar conciencia
de la inhabitación trinitaria en el alma del que está en gracia, que es como un
anticipo de la visión beatífica, ya en esta vida mortal. Si en el cielo,
delante de la Trinidad, no cabe pensamiento ni deseo maligno alguno, por
pequeño que sea, tampoco lo cabe en esta vida, cuando el alma está en gracia y
por lo tanto, está ante la Presencia de Dios Uno y Trino en todo momento. En esto
es en lo que consiste la “justicia superior” a la de los escribas y fariseos y
sin ella, no podemos ingresar en el Reino de los cielos.
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