(Domingo XII - TC- Ciclo A - 2023)
“No teman a los que matan
el cuerpo. Teman a Aquel que puede perder el alma en el Infierno” (Mt 10,
26-33). Con este consejo, Jesús nos enseña dos cosas: que no debemos temer a
los hombres, puesto que los hombres pueden matar el cuerpo, es decir, pueden
cometer homicidios y, en el caso de los cristianos, en las persecuciones, es lo
que sucede y ha sucedido con frecuencia a lo largo de la historia de la
Iglesia, pero no pueden hacer nada con el alma. La otra enseñanza de Jesús es
que, a quien sí debemos temer, es a Él, a Dios, porque es Él quien, en el Día
del Juicio Final enviará a nuestras almas, según hayan sido nuestras obras, al
Cielo o al Infierno.
Entonces, de los dos
componentes que forman nuestra naturaleza humana, el alma y el cuerpo, los
hombres solo pueden actuar sobre una sola, el cuerpo; pueden matarlo,
procurando la apostasía en la fe en Cristo Jesús. Sin embargo, no pueden hacer
nada con el alma, porque el alma, luego de la muerte, es llevada inmediatamente
ante la Presencia de Dios para recibir el Juicio Particular, cuyo veredicto,
Cielo o Infierno, será ratificado en el Juicio del Día Final.
En cambio, Dios puede
actuar sobre los dos componentes de nuestra naturaleza humana, sobre el cuerpo
y sobre el alma, puesto que Él es el Creador, tanto de la materialidad corpórea
del cuerpo, como de la espiritualidad del alma. Además, Él puede, como Justo
Juez, enviarnos adonde merecemos ir según nuestras obras libremente realizadas,
ya sea el Cielo -con el Purgatorio como antesala del Cielo, para quien necesite
purificar pecados veniales-, o al Infierno, el lago de fuego, la gehena, el
lugar en donde el pecado no es redimido y en donde el pecador empedernido sufre
para siempre -por voluntad propia, porque no quiso aceptar a Jesús como
Salvador y Redentor- los dolores inenarrables que provocan al cuerpo y el alma,
el fuego infernal.
La advertencia de Jesús de
que no debemos temer a los hombres que solo pueden, como máximo, quitarnos la
vida terrena, es más que pertinente porque nosotros, debido a nuestra misma
naturaleza humana, que se deja guiar con frecuencia solo por lo sensible, nos
dejamos impresionar e intimidar por hombres, que poseen nuestra misma
naturaleza humana, y tanto más, cuanto estos ocupan una posición de gran poder
terreno; así, nos impresionan los dictadores, que gobiernan o mejor dicho
esclavizan a sus pueblos con mano de hierro, tal como sucede en los regímenes
genocidas comunistas -China, Cuba, Venezuela, Corea del Norte y muchos más- y
somos proclives a experimentar el miedo por el poder terrenal que estos
dictadores ostentan, pero eso sucede porque no tenemos en cuenta las palabras
de Jesús: esos dictadores, aun cuando sean terrenalmente poderosos, no tienen
ningún poder sobre nuestras almas. También en Occidente hay gobiernos
tiránicos, disfrazados de una falsa democracia y también a estos gobernantes
tendemos tendencia a tenerles miedo, cuando no debe ser así, porque como dice
Jesús, solo pueden afectar nuestro cuerpo, pero nunca el alma.
Entonces, la enseñanza de
Jesús es que no debemos temer a los hombres porque estos, aun cuando estén
guiados por un odio preternatural -el odio del ángel caído- contra la Iglesia y
la persigan, no pueden hacer más que quitarnos la vida terrena. Pero a quien sí
debemos temer es a Dios, porque Él, como Justo Juez, puede salvar o condenar
para toda la eternidad a nuestra alma. Ahora bien, el temor de Dios del cual
habla Jesús no es “miedo de Dios”, sino un temor que es más bien un amor
reverente a Dios, el temor de Dios es como el amor de un hijo a su padre que,
por amarlo con todas sus fuerzas, hace todo lo posible para no darle un
disgusto: ése es el verdadero “temor de Dios”, que debe estar presente en todos
los cristianos que amen en espíritu y en verdad a Dios Uno y Trino. La mejor
forma de demostrar, sin discursos, sino con obras y de verdad, el temor de
Dios, es procurando evitar toda ocasión de pecado, ser misericordiosos con el
prójimo y recibiendo en gracia el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario