(Domingo XXVII - TO - Ciclo A – 2023)
“Los usurpadores mataron al hijo del dueño de la viña”
(Mt 21, 33-43). Jesús relata a sus discípulos lo que se conoce como “parábola
de los viñadores asesinos”. A simple vista, con un análisis superficial, podría
tratarse de un simple caso de tintes policiales: un grupo de labradores arrenda
una viña con el propósito aparente de quedarse con el fruto del trabajo, pero
llegado el momento en el que los arrendatarios deben pagar al dueño de la viña
lo que le corresponde, no solo no lo hacen, es decir, no pagan nada, sino que
su actitud para con los enviados del dueño se va haciendo cada vez más
violenta, hasta incluso llegar a matar al mismo hijo del dueño, enviado por
este, pensando que por ser su hijo, lo iban a respetar. Jesús finaliza la parábola
con una enseñanza: la viña será dada a otros arrendatarios, quienes sí la harán
rendir con frutos.
La parábola se entiende cuando los elementos naturales
se reemplazan por los sobrenaturales. Así, el dueño de la viña es Dios Padre;
la viña es primero la sinagoga y luego la iglesia Católica; los enviados del dueño
de la vid, son los diversos profetas, justos y hombres santos, enviados por
Dios para preparar al Pueblo Elegido para que se conviertan y así se preparen para
la Primera Venida del Mesías, Cristo Jesús, Aquel que habría de nacer “de una Virgen”,
según los profetas; los arrendatarios primeros, los que no quieren pagar la
renta y golpean a los enviados del dueño, hasta llegar a cometer el homicidio
contra el hijo del dueño de la viña, es decir, los arrendatarios homicidas, son el Pueblo Elegido, los judíos, quienes
apedrean primero a los profetas de Dios enviados a ellos, cuando los profetas
les predican la necesidad de la conversión del corazón y el dejar de cometer
maldades y de adorar a ídolos falsos; los arrendatarios segundos, es decir, el
segundo grupo de arrendatarios, que respetarán al dueño de la vid y le hará dar
los frutos que corresponde, porque trabajarán en la viña, son los integrantes
del Nuevo Pueblo Elegido, los bautizados en la Iglesia Católica, que de hecho
vienen a ocupar el puesto de los primeros arrendatarios, los que no quisieron
ni devolver la viña, ni tampoco reconocer al hijo del dueño, llegando incluso a
asesinarlo; el hijo del dueño de la vid es el Hijo de Dios, engendrado, no
creado, por Quien todo fue hecho, es el Verbo del Padre que procede eternamente
del seno del Padre, es la Sabiduría del Padre, en Quien el Padre tiene todas
sus complacencias, es el Salvador de la Humanidad, el Hombre-Dios, Dios Hijo
hecho hombre sin dejar de ser Dios, que se encarna por obra del Espíritu Santo
para así cumplir su misterio pascual de Muerte y Resurrección, que continúa y
prolonga su Encarnación en la Sagrada Eucaristía; la muerte del hijo del dueño
es la Muerte en Cruz del Hijo de Dios encarnado, Cristo Jesús, Quien así cumple
su misterio pascual, al resucitar al tercer día, para llevar Consigo al Cielo a
todos aquellos que lo sigan por el Camino Real de la Cruz; los frutos de la
viña, ya sea la de los primeros arrendatarios, como los de los últimos arrendatarios,
que sí harán trabajar a la viña, son frutos de santidad, son los racimos de la
vid que, unidos a la Vid Verdadera que es Cristo, recibirán de Él la savia
vivificante, la vida de la gracia, que hace vivir al alma con la vida de la
Santísima Trinidad.
“Los usurpadores mataron al hijo del dueño de la viña”.
No debemos pensar que nosotros, por el hecho de estar bautizados en la Iglesia
Católica, nos merecemos por este solo hecho la aprobación del Dueño de la Viña,
que es Dios Padre, Dueño de la Iglesia Católica: si no damos frutos de
santidad, es decir, de mansedumbre, de humildad, de pobreza evangélica, de caridad
al prójimo, de amor sobrenatural a Dios Hijo Presente en Persona en la
Eucaristía, recibiremos el mismo trato que recibieron los arrendatarios
homicidas: seremos echados fuera del Reino de Dios y nuestro lugar será ocupado
por quien sí desee ser santo y perfecto, como Santo y Perfecto es Dios Uno y
Trino. Trabajemos en la Viña del Señor, para dar frutos de santidad en esta
vida y así ganar el Reino de los cielos en la vida eterna.
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