(Domingo IV - TA - Ciclo B - 2023 – 2024)
En
nuestros tiempos, caracterizados espiritualmente por la descristianización, por
el ateísmo y por el materialismo, cuando se viven grandes fiestas espirituales
y universales como la Navidad, esta se vive como una Navidad
mundana y no como una Navidad cristiana, es decir, se presenta y se vive como
una caricatura grotesca y demoníaca de lo que en realidad es. En nuestros
tiempos, la antigua Navidad cristiana, ha dado paso a una atea, materialista y
hasta demoníaca Navidad mundana.
¿En qué consiste la Navidad mundana?
Cuando se recorren las calles de una gran ciudad, o de un pequeño
pueblo, o cuando se leen los periódicos -virtuales o impresos- de diversas
partes del mundo, o cuando vemos los noticieros de distintos países del mundo,
o cuando vemos las películas supuestamente “navideñas” que comienzan a aparecer
ya a fines de noviembre y a comienzos de diciembre, podemos darnos una idea de
qué es lo que llamamos “navidad mundana”.
-Esta Navidad mundana, más que tiempo de sana alegría cristiana,
es un tiempo de jolgorio desenfrenado y aberrante, porque la fiesta cristiana
navideña tiene su causa en el Niño Dios que nace, mientras que la navidad
mundana se origina en la alegría payasesca de las pasiones que han quedado sin
control; en la navidad mundana se festeja sin motivo alguno, se festeja por
festejar, lo cual es un remedo de la verdadera fiesta cristiana, porque lo que
importa es la diversión desenfrenada, el divertirse por el solo hecho de
divertirse;
-La Navidad mundana se caracteriza también por los regalos
materiales y por lo tanto, por el consumo desenfrenado, para lo cual hay que
comprar, para comprar hay que gastar, para gastar hay que salir a aprovechar
ofertas y así en un círculo sin fin, conformando un espejo negativo de la
Navidad cristiana, en la que sí se pueden hacer regalos, pero sin olvidar que
el que nos regala a su Hijo para salvarnos, por medio del Espíritu Santo en
Belén, es Dios Padre y si no está este recuerdo en primer lugar, todo lo otro
es puro materialismo;
-En la Navidad mundana se hacen grandes manjares y suculentos
banquetes, acompañados de exquisitas bebidas, lo cual tampoco está mal, pero antes
se debe recordar que Quien nos invita a su Banquete celestial es Dios Padre, en
donde nos sirve un Banquete celestial, el Pan de Vida eterna, la Carne del
Cordero de Dios y el Vino de la Alianza Nueva y Definitiva;
-La Navidad mundana es tiempo de fiesta mundana, de
diversión sin freno, de música pagana y profana, de libertinaje y de alcohol,
de pasión y de jolgorio y esto sí que no tiene cabida en la Navidad, de ninguna
manera, porque en la Navidad, primero se medita en el silencio el Nacimiento
virginal de Dios hecho Niño para nuestra salvación y luego se entonan villancicos
junto a los ángeles y a los pastores, para agradecer a la Trinidad por el don
de su infinita misericordia;
-La Navidad mundana y pagana consiste en la introducción de
un extraño personaje pagano, inventado por la mente afiebrada y desviada de los
hombres, personaje pagano que no solo se ve en países paganos, sino
lastimosamente también en países que antiguamente fueron cristianos y que deberían
ser luces y faros en la evangelización, quitándolos del error, pero que lamentablemente
son los primeros que caen en las tinieblas de la más oscura apostasía,
desplazando al Niño Dios del centro de la Navidad, para dar lugar a un
espantajo imaginario y pagano al que solo la malicia diabólica y la indiferencia
de los hombres ha podido dar cabida en la Navidad cristiana;
-La Navidad mundana se caracteriza también por desplazar al
Niño Dios por el propio “yo”, colocando en el centro de la fiesta navideña a
los problemas personales, familiares, afectivos, económicos, de salud, de
trabajo, como si bastase el más mínimo problema en cualquier área humana para
empañar el recuerdo del Niño Dios que viene a salvarnos, bastando ese problema
para entristecer la cena, para enrarecer el clima familiar, o para enfrentar
con la violencia a unos contra otros.
Ahora bien, para la Santa Iglesia Católica, la Navidad es
algo muy distinto:
La Navidad es tiempo de fiesta, sí, pero de una fiesta ante
todo espiritual, cuyo origen está en lo alto, en los cielos, en la Persona del
Hijo, del Verbo de Dios, Quien ha venido a este mundo que yace en tinieblas y
en sombras de muerte, que está envuelta en las sombras vivientes del mal, de
los habitantes del Infierno, para iluminarnos con la Luz Eterna de su Ser
divino trinitario, para disipar y vencer para siempre a las tinieblas del
pecado, del error, de la muerte y del Infierno que nos aprisionan y así
conducirnos al Reino de la luz, de la paz y de la vida eterna en los Cielos;
-La Navidad es, para la Santa Iglesia Católica, tiempo de
regalos, pero ante todo de regalos espirituales, de regalos que nos vienen de
lo alto, de la Santísima Trinidad: Dios Padre nos hace el Don inestimable de su
Hijo, de su Verbo, Quien se encarna en el seno de María Santísima para nacer,
luego de nueve meses de gestación, en la Gruta de Belén, como Dios hecho Niño
sin dejar de ser Dios y a su vez Dios Niño nos hace el don de su Sagrado
Corazón, Dios Espíritu Santo, el Divino Amor del Padre y del Hijo, para que en el Espíritu
Santo, unidos al Hijo, seamos conducidos al Padre al final de nuestras vidas en
la tierra; el hombre agradecido a su Dios Trinidad también hace regalos a Dios
y el mejor regalo que puede hacerle es la conversión o al menos la promesa de
la conversión del corazón a su Dios, en acción de gracias y en adoración por su
infinita misericordia y por lo que Es, Dios de infinito Amor, Justicia,
Sabiduría y Majestad y porque siendo Quien Es, se ha dignado rebajarse para
salvar a su creatura, el hombre, anonadándose, humillándose, al encarnarse y
nacer como Niño en Belén, siendo Dios y sin dejar de ser Dios.
-La Navidad es, para la Iglesia, tiempo para deleitarse con
manjares y bebidas exquisitos, con banquetes y vinos substanciosos, con
manjares que deleitan a los ángeles y que no han sido preparados en la tierra y
el que prepara la Mesa es Dios Padre y es Él quien invita a sus hijos a estos
banquetes que sorprenden por su exquisitez a ángeles y santos: el supremo
manjar de los cielos, el Pan Vivo bajado del Cielo, Jesús en la Eucaristía; la
Carne del Cordero de Dios, asada en el Fuego del Espíritu Santo, el Cuerpo glorioso
de Jesús resucitado; una bebida exquisita que embriaga con el Divino Amor a
quien la bebe, el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre de Cristo
resucitado, el Cáliz de la Alianza Nueva y Eterna. Por eso es que, para la
Iglesia, esta es la verdadera Navidad y la verdadera fiesta de Navidad es la
Santa Misa de Nochebuena.
-La Navidad es, para la Santa Iglesia Católica, tiempo de
alegría, de fiesta, porque Dios, que es “Alegría Infinita”, como dice Santa Teresa
de los Andes, ha venido a este mundo, a nuestro mundo, a nuestro tiempo y
espacio, a nuestra historia y a nuestro tiempo, como un Niño, se ha encarnado,
siendo Dios, sin dejar de ser lo que Es, la Persona Segunda de la Trinidad, y
ha venido como un Niño recién nacido, para que no dudemos de su intención de
donarnos su perdón, su Amor, su vida divina, vida anticipada y participada en
la Eucaristía; ha venido como Niño en Belén, ha nacido milagrosa y
virginalmente como Niño en la Gruta de Belén, manifestándose como Niño, para
que no tengamos miedo en acercarnos a Él, a Dios Todopoderoso, porque, ¿quién
tiene miedo de un niño recién nacido? Si hubiera venido en la majestad infinita
de su gloria y en la omnipotencia de su poder, no habríamos siquiera levantado
la frente del suelo del temor, pero, viniendo como un Niño recién nacido,
¿puede alguien decir que tiene miedo de un Niño recién nacido? Hasta en eso
muestra su delicadeza nuestro Dios, manifestándose como un Niño y por eso la
Navidad es una fiesta de Alegría celestial.
-La Navidad es un tiempo especial para todos, porque nos
muestra el sentido de nuestras vidas, que es alcanzar el Cielo en unión con el
Niño de Belén, pero lo es especialmente para los jóvenes, quienes se encuentran
en nuestros días especialmente tentados por los falsos atractivos del mundo que
les provocan hartazgo, desasosiego y los llevan por caminos falsos que los
desvían de la Verdad que es Cristo y les hacen tomar decisiones equivocadas,
sumamente dañinas para sus vidas; el Niño de Belén, abriendo sus bracitos en
cruz, quiere abrazar a todos los jóvenes del mundo, para tenerlos consigo y
para recordarles que el único sentido de la vida terrena es la unión con su
Sagrado Corazón.
-La Navidad es, para la Santa Iglesia Católica, el tiempo de
gracia para recordar el milagroso Nacimiento en Belén, en el tiempo y en la
historia humana, de la Segunda Persona de la Trinidad, Quien al encarnarse en
el seno purísimo de María Santísima, nace como Niño y esta verdad revelada trae
paz, luz, gozo y alegría al alma; también es tiempo de recordar que cada
corazón humano está llamado a convertirse, por acción de la gracia
santificante, en un Nuevo Portal de Belén, en el que el Niño Dios quiere
renacer por la gracia y para esto es necesaria la presencia de la Santísima
Virgen, para que prepare previamente al corazón para recibir la gracia del
Nacimiento de su Hijo con el deseo de la conversión.
-La
Navidad es, para la Iglesia, tiempo de hacer balances, pero balances que, comenzando
en la tierra, finalicen en la eternidad: por ejemplo, es tiempo de ver cómo nos
preparamos para el Nacimiento de Dios Hijo en nuestro corazón, Nacimiento que a
su vez nos prepara para la Vida eterna, Vida a la que ingresaremos el día de
nuestra muerte corporal; es tiempo de ser solidarios, pero la primera
solidaridad es no es material sino espiritual, es para con aquellos que, al
igual que los habitantes de Belén, no quieren dar lugar a Dios Niño en sus
corazones, y el primer bien a compartir, más que los materiales, es el bien de
la Fe en Cristo Dios, de manera que en Navidad nos debemos preguntar qué hemos
hecho y qué hemos de hacer para que nuestros prójimos, los hambrientos de Dios,
los ateos, los materialistas, sacien su hambre y sed de felicidad recibiendo al
Niño de Belén como nosotros, por gracia de Dios, lo recibimos, por la fe, por
el amor y por la Eucaristía.
Por
último, hagamos el propósito de celebrar una Navidad cristiana ofreciendo
nuestros corazones como un Nuevo Belén, en donde por la gracia nazca el Niño
Dios. No celebremos una navidad pagana. No nos aturdamos en el festejo
desenfrenado, en el jolgorio mundano de un mundo que parece celebrar no el
Nacimiento de Dios hecho Niño, sino el rechazo de Dios en un festejo pagano.
Reparemos, con la oración y la Santa Misa, por todos aquellos que “festejan”
una navidad pagana, vacía, mundana, sin Dios, e imploremos a la Madre de Dios,
que trae a su Niño en su seno virginal, que lo haga nacer en los corazones más
fríos y oscuros.
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