Parecería o un juego de
palabras o un contrasentido, pero en realidad, en el reino de los cielos, el
más grande es el que sea más pequeño en esta
tierra. La grandeza en el cielo se obtiene siendo pequeños aquí en la
tierra, lo cual es contrario a lo que sucede en la tierra: en la tierra, son
más grandes quienes son más grandes, no quienes son más pequeños. Surge
entonces la pregunta del porqué de la respuesta de Jesús, y de qué grandeza y
de qué pequeñez se trata.
Jesús se refiere a algo que
orienta a la vida eterna, por lo que no se trata de pequeñez o de grandeza
según los términos y conceptos humanos.
Se trata de una pequeñez que
busca imitar la grandeza infinita del ser divino, que se hizo pequeño, se hizo
hombre, asumiendo una naturaleza humana, sin dejar de ser lo que es, Dios
infinitamente grande y omnipotente; se trata de imitar la grandeza infinita de
Dios Hijo, que se hizo Niño en Belén, débil y pequeño, nacido en el tiempo, sin
abandonar su ser eterno y grandioso, que dona a los hombres de su propia
eternidad y grandiosidad -Santa Teresita del Niño Jesús decía que Dios se había
hecho débil y pequeño por amor a ella para darle de su propia fortaleza[1]-; se
trata de imitar la grandeza infinita del Hombre-Dios, que sin abandonar su
omnipotencia, se hizo pequeño y débil frente a los hombres, permitiendo su
crucifixión; se trata de imitar la grandeza infinita del Hombre-Dios
resucitado, que sin abandonar su grandeza infinita y su gloria eterna, se
aparece ante los suyos, en la asamblea eucarística, sobre el altar, revestido
de la pequeñez de la apariencia de pan y vino.
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