Contemplar
al Niño de Belén no significa nunca contemplar a un niño más, uno más
entre tantos. Quien lo contempla, contempla en Él al Dios invisible que se ha
hecho visible, y contempla su gloria: “Lo que hemos visto, os lo anunciamos (…)
hemos visto su gloria (…), gloria como de unigénito”. Quien contempla al Niño
de Belén, contempla a Dios, según los Padres de la Iglesia : “El que nació de
María es Dios” [1].
Esta verdad, repetida por
Proclo de Constantinopla y revelada por la Iglesia Santa del Dios Uno y
Trino, debería bastar para sumir al alma en un estupor contemplativo que no
debería dejar lugar a ninguna otra consideración, que debería dejar sin aliento
y sin respuestas a quienes contemplen la Verdad y el Nacimiento. Pero, lejos de acallar
nuestras preguntas, despierta más y más preguntas, que surgen del mismo
maravillado estupor.
“El que nació de María es
Dios”. ¿Cómo puede ser posible? ¿No es acaso María una mujer, un ser humano? Si
María es una mujer, ¿no nacen acaso de las mujeres, seres humanos iguales a
ellas? ¿Si María es una mujer, no debería engendrar y dar a luz a otro ser
humano, como ella? ¿Y si en todo caso ella es una mujer santa, no debería dar a
luz a un hombre santo, como ella, pero de ninguna manera al mismo Dios? ¿Cómo
es posible que nazca Dios? ¿Acaso Dios no es eterno, es desde la eternidad, sin
principio ni fin, y no es acaso María un ser humano, que nació en el tiempo?
¿Cómo puede el Dios Trino, que es la eternidad en persona, nacer en el tiempo?
Si es Dios el que nació de María, ¿no tiene acaso apariencia y aspecto de un
hijo de hombre? ¿Si Dios es Espíritu puro, invisible, inaccesible, cómo puede
ser que se revista de carne, se haga accesible, visible, en este Niño hermoso
que llora de frío y de hambre? ¿No llora, como lloran todos los niños al nacer?
¿Ese Niño, tan hermoso, que salió del vientre de María como un rayo de luz
atraviesa un cristal, es verdad que es Dios? ¿Y si es Dios hecho Niño, por qué
llora? ¿No necesita de cariño, de ropa, de alimentos, como todo otro niño
recién nacido? ¿Si es Dios, porqué los ángeles del cielo no vienen a asistirlo,
para que no llore y deje de sufrir?
“El que nació de María es
Dios”. ¿No es algo imposible? ¿No es algo contradictorio? ¿Cómo puede Dios
eterno nacer de una mujer en el tiempo? ¿Si Dios es luz inaccesible, luz
resplandeciente, luz eterna, por qué su nacimiento está rodeado de frío y de
oscuridad? ¿No debería nacer rodeado de plata, de oro, de alhajas? ¿Dónde están
los grandes del mundo, que no vienen a hacer fiesta al Dios de los cielos que
nace de una Virgen hermosa en un pobre establo de Belén?
“El que nació de María es
Dios”. ¿Quién podría saberlo, si alguien no nos lo revela? ¿No es acaso Dios,
un ser absolutamente perfecto, ilimitado en su perfección omnipotente,
absolutamente inaccesible por su misteriosa grandeza? ¿Por qué ahora aparece
indefenso, necesitado de todo y de todos, siendo Él omnipotente? ¿Por qué
extiende sus pequeños brazos, para que lo levanten y lo acurruquen, si en su
cielo los ángeles tiemblan ante Su Presencia?
Y Tú, Mujer Hermosa, que has
concebido, engendrado y alumbrado virginalmente a la luz de los cielos, ¿no
eres acaso Tú misma la luz hermosa? ¿No eres acaso el único lugar en el que el
Dios Inaccesible podía venir, de sus cielos eternos, a esta tierra de dolores?
¿No eres acaso, Pequeña y Grande María, el altar inmaculado sobre el que reposa
sereno el Cordero del Apocalipsis? ¿No eres acaso la Madre de Dios?
Bendita, amada, glorificada
seas Tú, Madre de Dios, y bendita sea en Ti nuestra naturaleza, porque el que
nació de Ti ¡es Dios!
[1] Proclo
de Constantinopla,
Siglos IV-V, Sermón 1. Alabanzas de la Virgen , pronunciado
ante el patriarca Nestorio, en el año 428, en una fiesta de la Virgen ; cit. La Virgen María. Padres de la Iglesia , Editora
Patria Grande, Buenos Aires 1978, 75-77.
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