(Domingo
XX - TO - Ciclo C – 2019)
“He
venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! (…)
No he venido a traer la paz, sino la división” (cfr. Lc 12, 49-53): lo que
Jesús dice parece un poco contradictorio con su doctrina y sus enseñanzas: por
un lado, dice que ha venido a traer “fuego” y que ya quiere verlo encendido,
con lo cual uno podría pensar que toda la tierra debería estar ardiendo o que
los cristianos deberían dedicarse a quemar cosas; por otro lado, dice que ha
venido a traer no la paz, sino la división, lo cual parece en contradicción con
otra afirmación suya, en la que dice: “Os dejo la paz, os doy mi paz”. Aquí,
dice que no viene a traer la paz, sino la división. ¿De qué se trata esto que
dice Jesús? Por un lado, hay que entender que es obvio que el fuego que Él ha
venido a traer no es el fuego material, el fuego terreno que todos conocemos y
que usamos diariamente: Jesús ha venido a traer el fuego del Espíritu Santo, el
fuego del Amor de Dios, que quema pero no consume, que arde pero no provoca
dolor, sino paz y alegría en el alma. Por otra parte, no ha venido a traer paz
mundana, sino la paz de Dios, pero la paz de Dios implica división porque se implementa
por medio de la espada de la Palabra de Dios: quien acepta la Palabra de Dios,
obtiene paz para su corazón; quien no la acepta, no obtiene paz y no da paz a
los demás y es así como se produce la división que dice Jesús que ha venido a
traer. La división se da entre quienes creen en el Cristo de la Iglesia
Católica y quienes no lo hacen.
“He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que
ya esté ardiendo! (…) No he venido a traer la paz, sino la división”. Jesús
viene entonces a traer fuego y espada: el fuego del Espíritu Santo y la espada
de la Palabra de Dios. Y no viene a traer paz mundana, sino la división, porque
a causa del fuego del Espíritu y de la espada de la Palabra de Dios, unos
quedarán de un lado y otros quedarán de otro, ambos enfrentados. Los que se
dejen incendiar por el fuego del Espíritu Santo y los que adquieran la espada
de la Palabra de Dios, se enfrentarán a quienes no lo hagan, a quienes
voluntaria y libremente rechacen a Dios, a su Espíritu y a su Palabra y por eso
habrá división. La división se hace patente entre quienes creen y practican los
Mandamientos de la Ley de Dios y quiénes no; entre quienes creen firmemente las
verdades del Credo y quienes no; entre quienes creen en la Presencia real,
verdadera y substancial de Cristo en la Eucaristía y quienes no; entre quienes
creen en la gracia que concede la Confesión Sacramental y quienes no; entre
quienes creen que Cristo es Dios y
quienes no; entre quienes creen que Cristo, que está vivo y glorioso en
la Eucaristía, habrá de venir al fin de los tiempos y quienes no. Unos forman
el talón y la descendencia de la Virgen y otros forman el cuerpo de la
serpiente: hay división y la habrá hasta el fin, entre unos y otros, porque no
puede haber unión entre la luz y las tinieblas. La división que trae Jesús es
la enemistad que hay entre los hijos de la luz, los hijos de Dios y los hijos
de las tinieblas, los hijos de Satanás.
Sólo quienes dejen inflamar sus corazones con el fuego del
Espíritu Santo y sólo quienes empuñen la espada de la Palabra de Dios tendrán
la paz de Dios en sus almas y podrán ser dadores de paz y unión en Cristo para
quienes no tienen paz porque viven alejados de Dios.
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