(Domingo
VII - TO - Ciclo A – 2020)
“Amen a sus enemigos” (Mt
5, 38-48). En el Antiguo Testamento regían dos actitudes hacia el prójimo: por
un lado, en el Levítico se dice que se lo debe “amar como a uno mismo”; por
otro lado, regía la ley del Talión, según la cual, para hacer justicia, se
debía responder “ojo por ojo y diente por diente”. Nuestro Señor Jesucristo
introduce una novedad absoluta en relación al prójimo y es el amor de caridad:
por un lado, dice que los cristianos deben “amarse unos a otros”; por otro
lado, en relación al prójimo que es enemigo, dice que los cristianos deben “amar
a sus enemigos”. Entonces, según Nuestro Señor Jesucristo, no cabe otra cosa en
relación al prójimo que el amor, ya sea que ese prójimo sea nuestro amigo o sea
nuestro enemigo: “ama a tu prójimo como a ti mismo, amen a sus enemigos”. No cabe,
para el cristiano, otra actitud que el amor, en relación a su prójimo.
Ahora bien, hay otra
aclaración que debe ser hecha y es qué tipo de amor es el que deben los cristianos
aplicar a sus prójimos. En el Antiguo Testamento, cuando en el Levítico se
manda amar a Dios y al prójimo, ese amor es meramente humano, porque se manda
amar “con todas las fuerzas” y eso significa con todas las fuerzas humanas, con
todo el amor humano. Además de esto, hay que considerar la ley del Talión, ley
por la cual en el Antiguo Testamento se aplicaba una justicia que no contemplaba
el perdón. Jesús cambia las cosas de modo radical y substancial, porque no solo
manda amar al prójimo en toda circunstancia -sea amigo o enemigo-, sino que
manda amarlo con un amor que no es el humano o, en todo caso, con un amor
humano divinizado por la gracia, ya que Jesús dice: “Ámense los unos a los
otros como Yo los he amado” y el Amor con el que Jesús nos ha amado no es un
amor humano sino un Amor Divino, porque es el Amor de Dios, el Espíritu Santo. En
efecto, Jesús, en cuanto Dios, espira el Espíritu Santo junto al Padre y es con
este Amor del Padre y del Hijo con el cual Cristo nos ama. Otra diferencia con
el Antiguo Testamento es que Jesús nos ama con un Amor que no sólo es divino,
sino que es un Amor que lleva a la Cruz, ya que Jesús nos amó hasta morir en
Cruz.
“Amen a sus enemigos”. Para el cristiano, en relación a su
prójimo amigo, no basta con el amor meramente humano del Antiguo Testamento y
para su prójimo que es enemigo, no basta con el simple perdón: para ambos,
Jesús exige algo nuevo, de origen celestial y es el Amor sobrenatural, el Amor
del Padre y del Hijo, el Espíritu Santo, un Amor que debe ser dado desde la Cruz.
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