“Los judíos querían matarlo porque blasfemaba
haciéndose Dios”. A medida que se acercan los días de la Pasión, se acrecientan
los intentos y los deseos de los judíos de matar a Jesús y así lo dice
explícitamente el Evangelio: “Para los judíos esta era una razón más para
matarlo, porque no solo violaba el sábado, sino que se hacía igual a Dios,
llamándolo su propio Padre” (Jn 5, 5-18); “Jesús recorría la Galilea; no
quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo” (Jn 7,
25-30). Desde el comienzo de su vida pública, los judíos intentan detener y
matar a Jesús, ya sea porque el pueblo lo prefiere a Él y no a ellos, ya sea
porque por su necedad y malicia rechazan voluntariamente creer en los milagros
que hace Jesús y que demuestran su divinidad. Al actuar de esta manera, los
judíos se cierran a la Revelación completa y definitiva de Dios como Uno y
Trino: ellos habían sido elegidos por Dios -por eso eran el “Pueblo Elegido”-
para que dieran testimonio de la unicidad divina en medio de naciones paganas;
por esta razón, eran el único pueblo de la Antigüedad que creía en un Dios Uno;
pero ahora, cuando son elegidos para recibir la auto-revelación definitiva de
Dios como Uno y Trino en Cristo Jesús, se niegan voluntariamente a reconocer en
Jesús a Dios Hijo encarnado y no solo lo rechazan, sino que lo acusan falsamente
de blasfemo –“se hace pasar por Dios”, “llama a Dios su Padre”- y esa acusación
se castigaba con la muerte y es la razón por la que, prácticamente desde el
inicio de su aparición pública, los judíos “buscaban a Jesús para matarlo”,
como lo dice el Evangelio.
“Los judíos querían matarlo porque blasfemaba
haciéndose Dios”. Ahora bien, no solo los judíos buscan matar a Jesús; también
nosotros, miembros de Nuevo Pueblo Elegido, volvemos a crucificar y a dar
muerte de Cruz a Jesús, toda vez que lo negamos por el pecado y rechazamos su
gracia. La Pasión de Jesús, su Muerte y Crucifixión, reviven místicamente con
cada pecado, sobre todo el pecado mortal. En nuestra libertad está el acompañar
a la Virgen por el Camino del Via Crucis, consolando a Jesús mientras luchamos
por vivir la vida de la gracia, o formar parte de sus verdugos, los que con
martillos clavaron sus manos y pies con clavos de hierro a la Cruz.
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