“Maestro, ¿dónde vives?”
(cfr. Jn 1, 35-42). A simple vista,
la escena corresponde a dos discípulos que, atraídos por la figura de su
maestro, quieren saber dónde vive, para compartir más de cerca sus enseñanzas.
La respuesta de Jesús indicaría, por lo tanto, el lugar físico de su morada.
Pero Jesús no es un maestro
más entre tantos: es Dios Hijo encarnado, hecho hombre sin dejar de ser Dios,
que vive, camina, habla entre los hombres, y habita en moradas construidas por
ellos, pero al mismo tiempo, en el misterio de su divinidad, vive además en
otros lugares: vive en el seno de Dios Padre, en donde es engendrado desde la
eternidad; vive, en el tiempo de la Encarnación , en el seno virgen de María
Santísima; vive, en el tiempo sacramental de la Iglesia , en el altar
eucarístico y en la Hostia
consagrada.
Y quiere vivir, en el tiempo
de los hombres, en los corazones pacíficos y humildes de quienes lo reciben con
amor.
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