(Ciclo
C - 2018 – 2019)
“Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres
que ama el Señor” (Lc 2, 14). Los ángeles
nos revelan qué es lo que sucede en Navidad: Dios es glorificado en el cielo y
en la tierra los hombres a quienes Dios ama, reciben su paz. La paz de Dios
desciende desde el cielo, porque Dios, que es la Paz en sí misma, ha bajado a
la tierra en la humanidad de un Niño en el Portal de Belén. Dios ha venido desde
el cielo a la tierra para traer su paz a los corazones de los hombres que, a
causa del pecado, habían quedado enemistados con Dios y por lo tanto sin paz en
sus corazones. La paz que los hombres se dan entre sí es solo ausencia de
conflictos externos, ya que es imposible que el hombre pueda dar una paz
interior. Sólo Dios puede dar la verdadera paz al hombre, la paz interior, espiritual,
sobrenatural, que es la paz que sobreviene al hombre al serle removido aquello
que le quitaba la paz, el pecado, y al serle concedido aquello que lo hace hijo
de Dios y amigo de Dios, la gracia santificante. Solo Dios puede hacerlo porque
solo Dios puede, con su Sangre, quitar el pecado y con su gracia, hacerlo
partícipe de Sí mismo y de su paz. Para esto es que ha venido Dios como Niño en
Belén y, en agradecimiento, los hombres debemos acudir a postrarnos ante Dios
hecho Niño, para darle gracias por su infinito amor.
Porque
Dios ha venido a traer su paz, los hombres lo debemos adorar y glorificar, pero
ya no solo en cielo, en donde es la morada eterna de Dios, sino en el Portal de
Belén, Casa de Pan, porque Dios ha venido a donarse a sí mismo como Pan de Vida
eterna, la Eucaristía, que al contener en sí al Ser de Dios, contiene la Paz de
Dios que brota de su Ser como de una fuente inagotable. La glorificación de
Dios debe darla el hombre que recibe la paz de Dios, al Niño Dios que está en
Belén y que está en el Nuevo Belén, el altar eucarístico.
“Gloria
a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”. Si al
nacer el Niño fueron los ángeles los que glorificaron a Dios y fueron los
pastores quienes acudieron a recibir la paz que para el hombre traía Dios hecho
Niño, es la Iglesia la que continúa, en el signo de los tiempos, la tarea de
ángeles y pastores: por la Eucaristía, la Iglesia glorifica a Dios,
ofreciéndole el Pan de Vida eterna; por el Sacramento de la Penitencia, la
Iglesia concede el perdón de los pecados y le otorga al hombre la paz de Dios.
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