(Domingo
III - TA - Ciclo C – 2018)
“Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego (…) tiene en su
mano la horca para reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una
hoguera que no se apaga” (Lc 3,
10-18). Juan el Bautista, luego de dar consejos morales –ser generosos, no ser
malos- como modo de preparación para la llegada del Mesías y luego de revelar
que el Mesías bautizará no con agua, como él, sino “con Espíritu Santo y
fuego”, pasa a describir al Mesías y lo hace en un solo párrafo, en una pincelada,
dando dos matices, uno positivo y otro negativo. Lo compara con un granjero,
con alguien que está familiarizado con los trabajos del campo, describiéndolo
como sosteniendo en su mano un elemento para trillar el trigo[1].
Dice del Mesías: “tiene en su mano la horca para reunir su trigo en el granero
y quemar la paja en una hoguera que no se apaga”. Entonces, el Mesías, al fin
del tiempo, en el Día del Juicio Final, es descripto como un granjero que tiene
la horca en su mano, con la cual separa el grano de trigo de la paja, que no
sirve; el grano, lo separa para almacenarlo; la paja, para quemarla. Hasta
aquí, no hay ningún elemento que llame la atención, pero sí lo que dice
inmediatamente después, en relación al fuego en el que se quemará la paja: “en una
hoguera que no se apaga”. ¿Por qué tiene que decir que es una hoguera que no se
apaga? ¿A qué se refiere el Bautista, cuando dice que es un fuego que no se
apaga? Es obvio que está hablando, no del fuego que conocemos en la naturaleza,
sino de un fuego sobrenatural, un fuego que existe más allá de este mundo, un
fuego que verdaderamente no se apaga y que hace arder el cuerpo y el alma y es
el fuego del Infierno. El Mesías, cuando Venga en su Segunda Venida, en el
Último Día, separará a los buenos de los malos; a los buenos, para conducirlos
al Reino de Dios; a los malos, para arrojarlos en el Infierno, en la hoguera
que no se apaga, en el fuego que no consume pero hace temblar de dolor, para
siempre. El tiempo de Adviento entonces, no es el tiempo para ver qué podemos
comprar, qué podemos comer, qué queremos recibir de regalos en la Navidad: es
el tiempo para prepararnos para recibir al Mesías, para participar, por la
liturgia eucarística de la Navidad, de la Santa Misa de Nochebuena, de su
Primera Venida y de prepararnos para su Segunda Venida. Si en la Primera Venida
el Mesías viene como un Niño desamparado, en la Segunda, nos recuerda el
Bautista, viene como Justo Juez.
Un
detalle a tener en cuenta es que el Bautista no describe al Mesías en su
Primera Venida, es decir, no está haciendo referencia a las profecías en las
que se dice que “una Virgen concebirá y dará a luz”; no, el Bautista está
hablando de la Segunda Venida del Mesías y esto en tiempo de Adviento, lo cual
significa que la Iglesia nos está recordando que debemos prepararnos no sólo
para la Navidad, en donde recordamos y participamos de su Primera Venida, sino
que debemos prepararnos, en Adviento, para su Segunda Venida, en la que vendrá
como Justo Juez, para separar a buenos de malos y dar a cada uno lo que cada
uno se merece por sus obras libremente realizadas. Obremos obras de
misericordia, de manera tal que el Justo Juez nos lleve al Reino de los cielos
cuando llegue en su Segunda Venida.
[1] La Trilla, se denomina trilla a
la operación que se hace con los cereales (trigo, cebada, lenteja, etc.),
después .de la siega o cosecha, para separar el grano de la paja. Luego que las
espigas del trigo y/o cebada están maduras y completamente secas, se procede al
trillado y luego al ventilado. El método tradicional que aún subsiste hasta
nuestros días, es el que consiste en hacer pisar las espigas por animales como
yeguas, los cuales giran alrededor de un círculo, en lo que se denomina la
"era". Luego se procede a hacer la limpia, mediante el aventado, que consiste en lanzar al aire la
mezcla de paja y grano obtenida; el aire más ligero arrastrar la paja a un lado,
mientras que el grano cae en el mismo lugar. Cfr. https://www.youtube.com/watch?v=dlDE2snSxmk
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