Por instigación de la hija de su amante, Herodías, la mujer
de su hermano, Herodes manda a decapitar a Juan el Bautista, quien estaba
encarcelado (cfr. Mc 6,14-29). Juan el
Bautista había sido encarcelado y encadenado por Herodes porque el Bautista le
hacía ver que “no le era lícito tener a la mujer de su hermano”. Cuando se lee
en el Evangelio la causa de la muerte del Bautista, se puede tener la tentación
de pensar que el Bautista muere por la unidad y la sacralidad del matrimonio
monogámico: es encarcelado por denunciar el adulterio y es decapitado por el
mismo motivo.
Sin
embargo, Juan el Bautista no muere en testimonio del matrimonio, aun cuando
muere defendiendo la unidad y la sacralidad del mismo y condenando al mismo
tiempo el adulterio: Juan el Bautista muere por Cristo, porque es por Cristo
que el matrimonio es santo. Es Cristo quien, con su gracia, santificará la
unión esponsal entre el hombre y la mujer, al unirse esponsalmente con la
Iglesia Esposa. Uno de los nombres de Cristo es el de “Esposo”, porque se une
con amor esponsal, mística y sobrenaturalmente, a la Iglesia Esposa. Porque Cristo
Esposo se une a la Iglesia Esposa, es que todo matrimonio sacramental es
santificado por esta unión y es de esta unión, de Cristo Esposo con la Iglesia
Esposa, de donde brota la santidad del matrimonio.
Antes
de Cristo, el matrimonio monogámico –la unión entre el varón y la mujer- era
algo bueno, al haber sido creado por Dios, pero todavía no era santo: el
matrimonio monogámico, esto es, la unión esponsal entre Cristo Esposo y la
Iglesia Esposa, es santo porque todo matrimonio sacramental está contenido en
la unión nupcial entre Cristo Esposo y la Iglesia Esposa. Entonces, el
matrimonio natural entre el varón y la mujer es una creación y una idea de Dios
y como tal es bueno, pero todavía no es santo: comienza a ser santo cuando
Cristo se une esponsalmente –de modo virgianl, casto, místico y sobrenatural- a
la Iglesia Esposa. Es de esta unión nupcial entre Cristo y la Iglesia que se
desprenden todas las características del matrimonio católico: la unidad, la
fidelidad, la indisolubilidad, la fecundidad.
Todo
lo que atente contra este matrimonio monogámico –las uniones entre personas del
mismo sexo, el adulterio, etc.- atenta contra el mismo Dios, que es quien lo
creó naturalmente así, como unión entre el varón y la mujer y es también una
ofensa a Jesucristo, que es quien santificó la unión esponsal al unirse en
matrimonio místico a la Iglesia Esposa. Por esta razón es que el Bautista no
muere por el matrimonio en sí, a pesar de ser decapitado por denunciar el
adulterio: muere mártir por Cristo, el Hombre-Dios, que es quien santifica el
matrimonio con su gracia.
En
nuestros días, caracterizados por el más duro materialismo y ateísmo que la
humanidad tenga memoria, las infidelidades, las separaciones, los divorcios,
los adulterios, son cada vez más numerosos, porque sobre todo son los
cristianos quienes hacen caso omiso de la santidad del matrimonio, al ignorar o
rechazar el hecho de que el matrimonio es indisoluble porque indisoluble es el
amor que Cristo Esposo profesa por su Esposa, la Iglesia. Así como el Bautista
entregó su vida por Cristo, la Santidad Increada y de Quien emana la santidad
del matrimonio, así es necesario que los esposos católicos den ejemplo de
santidad esponsal, imitando con sus vidas a Cristo Esposo y a la Iglesia
Esposa.
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