“Pasó la noche orando” (Lc 6, 12-19). El Evangelio nos relata un aspecto esencial en la
vida de Jesús de Nazareth y es la oración. En diversos pasajes del Evangelio,
se narra cómo Jesús se retira a solas para orar, también ora durante cuarenta
días en el desierto, antes de su Pasión; reza en el Huerto de los Olivos, hasta
momentos antes de ser apresado por los esbirros de los fariseos, quienes lo
encuentran a través de la traición de Judas Iscariote.
Cuando se habla de Jesús de Nazareth, el cristiano
debe ser sumamente prudente, ya que precisamente, debido a las erróneas
concepciones acerca de quién es Jesús de Nazareth, es que se han producido, a
lo largo de los siglos, diversas rupturas en la unidad eclesial y en la
comunión de vida y amor que debe predominar en la Iglesia Católica.
Dicho esto, recordemos lo que el Magisterio de la
Iglesia nos enseña acerca de Jesús: Jesús no es un hombre santo, sino Dios tres
veces Santo; Él es la Palabra de Dios, el Verbo Eterno del Padre, la Sabiduría
divina que se encarna en la Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth. La fe de
la Iglesia Católica en Cristo Jesús nos enseña que Jesús es Dios Hijo encarnado
y por eso el “Nombre sobre todo nombre” es el Nombre de Jesús: Él es la Segunda
Persona de la Trinidad que se encarna en la Humanidad Santísima de Jesús de
Nazareth y que asume hipostáticamente, esto es, en su Persona Divina, a la
naturaleza humana de Jesús de Nazareth. Así el Verbo Divino, el Logos, la
Palabra del Padre, es quien habla, a través de la humanidad santísima de Jesús
y esto es sumamente trascendente para nuestra fe, porque si es el Verbo de Dios
el que habla a través de Jesús, entonces la Palabra de Jesús es la Palabra de
Dios. En Jesús, nos enseñan el Magisterio de la Iglesia y el Catecismo de la
Iglesia Católica, se unen, sin mezcla alguna, las dos naturalezas, la humana y
la divina, en una Única Persona, la Persona Segunda de la Trinidad.
De esto se sigue que, cuando Jesús ora, Él sabe qué es
lo que va a pasar, porque en su omnisciencia divina conoce absolutamente todo,
desde toda la eternidad. Según esto, nos podemos preguntar cuál es la relación
entre la oración de Jesús de Nazareth y nuestra vida personal, la vida personal
de todos y cada uno de los miles de millones que habitamos el planeta tierra
desde el comienzo de la historia humana con Adán y Eva, hasta el último hombre
que nazca en el último Día de la historia humana, el Día del Juicio Final: en
su oración, Jesús ora por cada uno de nosotros, como si cada uno de nosotros
fuéramos los únicos habitantes humanos en la tierra. En su oración, Jesús ora
por cada uno de nosotros, pidiendo al Padre que acepte el Santo Sacrificio de
su Humanidad Santísima en el Calvario de la Cruz, para que con su Sangre
sacratísima seamos salvados de la eterna condenación y al final de nuestras vidas
terrenas, seamos llevados al Reino de los cielos.
“Pasó la noche orando”. No solo una noche, sino toda
su vida terrena, Jesús rezó por mí, por mi salvación; no solo durante su vida
en la tierra, los treinta y tres años de vida que vivió en la tierra, Jesús rezó
por mí: desde toda la eternidad, el Hombre-Dios Jesucristo pide al Padre eterno
por mi salvación. Por esta razón, citando a San Ignacio de Loyola, debemos
preguntarnos: “¿Qué hago por Cristo, que entregó su Vida por mí en la Cruz?”.
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