“Sé quién eres: el Hijo de Dios” (Lc 4, 31-37).
En este episodio podemos ver diferentes elementos que pertenecen a nuestra fe
católica. Por un lado, la existencia de los ángeles caídos o espíritus
inmundos, seres espirituales malignos que perdieron la visión beatífica de la
Trinidad para siempre, al rebelarse contra Dios y negarse a servirlo y amarlo;
por otro lado, vemos también cómo estos espíritus malignos no están encerrados
en el Infierno, sino que andan sueltos por el mundo, “buscando a quién devorar”,
como dice la Escritura y de hecho lo hacen de diversas maneras, ya sea haciendo
caer a los hombres en la tentación o bien tomando posesión de sus cuerpos, como
en este caso, lo cual se llama “posesión demoníaca”. La posesión demoníaca
entonces es una realidad y no una fantasía y lo grave es que el hombre moderno,
al dejar de lado la doctrina católica, se vuelve hacia las doctrinas de demonios,
quienes son los que, en algunos casos, toman posesión de sus cuerpos.
Otro elemento que podemos destacar es que el demonio
que posee al ser humano, en este Evangelio, sabe quién es Jesús, no por visión
beatífica, que no la tiene, sino por deducción, con su inteligencia angélica,
de lo que realiza Jesús: el demonio ve que Jesús, siendo hombre, hace obras propias
de Dios, como las curaciones milagrosas, la resurrección de muertos, la
multiplicación de panes y peces. Al ver todo esto, el demonio hace lo que no
hacen muchos de los hebreos de la época, a quienes Jesús les dice: “Si no me
creen a Mí, al menos crean a mis obras” y las obras de Jesús son los milagros. En
definitiva, el demonio tiene más fe en Jesús como Dios Hijo, que los mismos
judíos e incluso más que los propios discípulos de Jesús.
Por último, el Evangelio nos enseña que Jesús, siendo
Dios Hijo, siendo el Sumo y Eterno Sacerdote, con su omnipotencia divina, tiene
fuerza más que suficiente para expulsar a los demonios con su propia palabra:
Jesús le ordena al demonio que abandone a esa persona a la que había poseído y
el demonio obedece en el acto. Es de este poder sacerdotal de Cristo, de
quienes los sacerdotes ministeriales participan y es por eso que los sacerdotes
que se dedican a este ministerio, el del exorcismo, pueden expulsar demonios en
Nombre de Jesús.
“Sé quién eres: el Hijo de Dios”. Muchos cristianos
deberían, paradójicamente, aprender de este demonio que, aunque son mentirosos,
algunas veces dicen la verdad, como en este caso, al reconocer a Jesús como
Hijo de Dios. Como hijos de Dios y de la Iglesia, también nosotros deberíamos
decir a Jesús Eucaristía: “Sé quién eres, Señor: el Hijo de Dios, Presente en
la Eucaristía con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad”.
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