“Tu fe te ha salvado” (Mc
5, 21-43). En el contexto del pasaje evangélico, en donde el tema central,
junto a las curaciones corporales, es el exorcismo, la frase de Jesús a la
mujer hemorroísa podría hacer pensar que se está refiriendo a la curación
corporal que ha recibido milagrosamente. En efecto, la mujer, enferma, se
acerca con fe, es curada a causa de esa fe, y Jesús le dice: “Tu fe te ha
salvado”; luego, la deducción es que Jesús se refiere a su enfermedad: la fe de
la mujer la ha salvado de continuar enferma, puesto que ha obtenido la sanación
corporal.
Sin embargo, Jesús no se refiere a la sanación corporal. Al
decirle “Tu fe te ha salvado”, se está refiriendo a la salvación de su alma;
secundariamente, esta fe le ha obtenido la curación corporal, pero lo central
es que la fe en Cristo como Dios –cree que Cristo, siendo Dios, tiene el poder
de curar su cuerpo-, es lo que la salva, porque solo la fe en Cristo salva.
Siguiendo a algunos autores místicos, como Simeón el Nuevo
Teólogo, y en el análisis que el Santo Padre Benedicto XVI[1]
hace del mismo, podemos decir que esta fe en Cristo como Dios, esta fe
verdadera que da un verdadero conocimiento de Dios, “no viene”, en las palabras
del Santo Padre, “de los libros, sino de la experiencia espiritual, de la vida
espiritual”.
El conocimiento de
Dios, dice el Papa, “nace de un camino de purificación interior, que comienza
con la conversión del corazón, gracias a la fuerza de la fe y del amor; pasa a
través de un profundo arrepentimiento y dolor sincero por los propios pecados,
para llegar a la unión con Cristo, fuente de alegría y de paz, invadidos por la
luz de su presencia en nosotros”.
Esta experiencia de fe,
esta “fuerza de fe y de amor”, que lleva a la conversión, a la contrición del
corazón y al conocimiento de Cristo y unión con Él, no constituyen, dice el
Santo Padre, “un don excepcional para algunos místicos, sino que es fruto del
Bautismo en la existencia de todo fiel seriamente comprometido”.
“Tu fe te ha salvado”. La
mujer hemorroísa, cuya fe es tan fuerte que logra de Cristo la curación de su
cuerpo y la salvación de su alma, no era letrada, ni destacaba por su
dedicación al estudio de libros, pues su vida entera estaba marcada por el
padecimiento de su enfermedad. En todo cristiano esta fuerza de fe y de amor,
que puede lograr no solo la curación de una enfermedad, sino la unión con
Cristo Dios, está presente desde el Bautismo. Si no se tiene la fe de la mujer
hemorroísa, es simplemente porque no se le presta atención al don que Dios
depositó en el alma desde el momento del Bautismo.
Rev.mo Padre Alvaro, sono un medico e credo molto nella potenza della preghiera per guarire. Mi affido a Gesù, medico delle anime e dei corpi, per farmi guidare nell'escercizio del mio dovere. Un caro saluto a Lei ed un ricordo nella preghiera.
ResponderEliminar