Si la Cruz es instrumento de humillación, de tortura, de
muerte, ¿por qué los cristianos la exaltamos? Aún más, ¿por qué la veneramos e
incluso la adoramos?
Hay muchas razones.
En la Cruz, Cristo, el Hombre-Dios, convierte con su
omnipotencia divina al dolor humano en gozo y alegría;
En la Cruz, Cristo, el Cordero de Dios, convierte la
desolación en consolación, la tristeza en alegría, el llanto en gozo;
En la Cruz, Cristo, el Pan Vivo bajado del cielo, entrega su
Cuerpo y derrama su Sangre para alimento de nuestras almas;
En la Cruz, Cristo, Rey de reyes y Señor de señores, ensalza
a los pobres pecadores, perdonándolos con la Misericordia Divina y
convirtiéndolos en hijos del Padre y herederos del Reino;
En la Cruz, al entregar su Vida, Jesús vence a nuestra
muerte y nos concede la vida divina;
En la Cruz, Cristo vence al pecado y nos dona la gracia santificante;
En la Cruz, Cristo vence al Demonio y nos conduce, por su
Espíritu, al seno del Padre Eterno.
Finalmente, la Cruz está empapada en la Sangre Preciosísima
del Cordero y nosotros adoramos la Sangre del Cordero.
Por todos estos motivos y muchos más es que los cristianos
veneramos, adoramos, ensalzamos y exaltamos a la Santa Cruz de Jesús.
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