“Los envió a proclamar el reino de Dios” (Lc 9,1-6). Jesús envía a los Doce a “proclamar
el Reino de Dios”, pero antes de hacerlo, los hace partícipes de su poder de
Sumo Sacerdote y de Hombre-Dios: les da poder para expulsar demonios y curar
toda clase de enfermedades: “Jesús reunió a los Doce y les dio poder y
autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades”. Muy posiblemente,
muchas sectas han tomado este pasaje del Evangelio para invertir las cosas y
hacer creer que el Reino de Dios consiste en expulsar demonios y curar
enfermedades. Si nos fijamos bien, una inmensa mayoría de sectas basan su
accionar en supuestos exorcismos y curaciones corporales. Sin embargo, el Reino
de Dios no consiste en esto: la expulsión de demonios y la curación de
enfermedades –corporales o espirituales- no son sino prolegómenos a la
manifestación del Reino, que consiste en otra cosa. Que los demonios sean expulsados
y que las enfermedades sean curadas, no constituyen el Reino de Dios en sí,
sino que son manifestaciones de que el Reino de Dios ya está entre los hombres.
Hasta ese entonces, el Demonio tenía total dominio sobre los hombres, quienes
no tenían posibilidad alguna de salvación ultra-terrena, además de estar
sometidos a toda clase de enfermedades, como consecuencia del pecado.
El hecho de que Jesús dé a sus discípulos estos
poderes, es solo para poner de manifiesto que hace su aparición, en la historia
humana y en medio de los reinos terrenos, un reino que no es de este mundo,
sino de la otra vida, el Reino de Dios. Pensar que expulsar demonios y curar
enfermedades es el Reino de Dios, es pensar algo de forma errónea. El otro
error opuesto es creer que nada extraordinario acontece en el anuncio del
Reino, lo cual es caer en el naturalismo, y así, quienes caen en este error,
piensan que no hay acción demoníaca en este mundo y que las curaciones
milagrosas de enfermedades no existen. Se trata de dos errores contrapuestos en
relación al Reino: el primero es el de aquellos que creen que el Reino es todo
manifestación sobrenatural, con exorcismos llamativos y curaciones milagrosas;
el segundo es el del naturalismo, según el cual nada que sobrepase la razón
puede consistir en el Reino de Dios.
Ni uno ni otro están en lo cierto: el Reino de Dios es
la gracia de Dios que actúa en el interior del alma y que trae al alma, además
del Reino, al Rey de ese reino, Cristo Jesús y es éste el verdadero anuncio que
hacen los Doce y por lo tanto es el anuncio que debe hacer la Iglesia al mundo
de hoy.
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