“El Reino de Dios se parece a un grano de mostaza” (Lc 13, 18-21). Jesús compara al Reino de
Dios con un grano de mostaza: primero es pequeño, muy pequeño y luego de
sembrado, empieza a crecer hasta convertirse en un frondoso y alto arbusto, al
que van a hacer su nido los pájaros del cielo. Para entender la parábola, es
necesario hacer una transposición analógica entre los elementos naturales y los
sobrenaturales, ya que a cada elemento de la naturaleza le corresponde uno
sobrenatural. Así, el grano de mostaza, en su estado natural, pequeño, es el
alma humana, sin la gracia de Dios: así como el grano es pequeño, así lo es el
alma en comparación con Dios; el grano de mostaza ya crecido y convertido en
enorme arbusto, es el alma que, por la gracia de Dios, adquiere, por
participación, una nueva vida que antes no tenía, la vida de la gracia, la vida
de los hijos de Dios. Por último, en el arbusto frondoso van a hacer su nido
las “aves del cielo”. ¿Qué representan estas aves? Representan a las Tres
Divinas Personas que, por la gracia de Dios, van a inhabitar en el alma del justo.
Adorado seas, Jesús, Cordero de Dios, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Dios oculto en el Santísimo Sacramento del altar. Adorado seas en la eternidad, en el seno de Dios Padre; adorado seas en el tiempo, en el seno de la Virgen Madre; adorado seas, en el tiempo de la Iglesia, en su seno, el altar Eucarístico. Adorado seas, Jesús, en el tiempo y en la eternidad.
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