“Si
Yo expulso demonios con el poder de Dios, es porque el Reino de Dios ha llegado
a vosotros” (Lc 11, 15-26). Esta afirmación
de Jesús concuerda con otra del Evangelio de Juan: “Jesús ha venido para poner destruir
las obras del Demonio” (cfr 1 Jn 3,
8). Es verdad que Jesús, ha venido para “darnos vida en abundancia”, que es la
vida divina, por medio de la participación en la vida de la Trinidad por la
gracia, pero es también verdad que además de vencer al Pecado y a la Muerte en
la Cruz, ha vencido y derrotado para siempre al Demonio. Entonces, el poder de
Jesús de expulsar demonios en los posesos, no sólo es signo de que Cristo es
Dios, sino de que su Reino, el Reino de Dios, viene con Él a la tierra, para
ser instaurado entre los hombres. Pero entre los hombres, desde el pecado
original de Adán y Eva, se ha instaurado el reino de las tinieblas, el reino
del príncipe de las tinieblas, el Demonio y como ambos reinos son incompatibles
entre sí y no hay lugar para ambos en la tierra, Jesús expulsa a los demonios
de los posesos como signo de que su Reino, el Reino de Dios, habrá de triunfar
definitivamente sobre el reino de Satanás y ese triunfo comenzó ya con la
Encarnación, continuó con la Pasión y Muerte en Cruz y se consumará
definitivamente con los “cielos nuevos y la tierra nueva”.
“Si
Yo expulso demonios con el poder de Dios, es porque el Reino de Dios ha llegado
a vosotros”. Con su muerte en Cruz, Cristo Dios ha vencido definitivamente al
Demonio y ha dado inicio a la Presencia del Reino de Dios entre los hombres. Sin
embargo, esa Presencia del Reino de Dios será definitiva en la consumación del
tiempo, cuando desaparezca la figura de este mundo y aparezcan “los cielos
nuevos y la nueva tierra”. Hasta entonces, el reino de las tinieblas entabla y
entablará una encarnizada lucha contra la Iglesia de Dios y su embate será tan
formidable, que todo parecerá humanamente perdido para la Iglesia. Sin embargo,
no hay que olvidar las palabras de Jesús: “Las puertas del Infierno no
prevalecerán sobre mi Iglesia” (Mt
16, 18). No olvidemos esas palabras, puesto que serán nuestro consuelo en los
días por venir, en los que el reino de las tinieblas parecerá haber cantado
triunfo sobre el Reino de Dios.
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