(Domingo
XXX - TO - Ciclo A – 2020)
“Amarás
al Señor (…) amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22, 34-40). Un doctor
de la ley le pregunta a Jesús cuál es el mandamiento más importante y Jesús le
dice: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con
toda tu mente. Éste es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el
segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos
mandamientos se fundan toda la ley y los profetas”. En síntesis, en la
respuesta de Jesús, no hay nada nuevo para agregar a lo que los judíos ya
sabían: el mandamiento más importante, tanto para Cristo como para los judíos,
es amar a Dios y al prójimo como a sí mismos. Si esto es así, podemos
preguntarnos lo siguiente: si no hay diferencias en el mandamiento más importante
entre la Iglesia de Cristo y la de los judíos, entonces debemos concluir que Jesús
no viene a aportar nada de nuevo, en lo substancial, en cuanto a Mandamientos
de Dios se refiere y que por lo tanto, los judíos y los cristianos tienen el
mismo mandamiento y la misma ley, con lo cual, en lo esencial, serían una misma
cosa.
Sin
embargo, Jesús hará algunas profundizaciones acerca del mandamiento de la
caridad, que lo harán distanciar substancialmente del mandamiento del amor de
los judíos, al punto tal que, aunque se formulen de igual manera, serán
substancialmente distintos. ¿Cuáles son esas diferencias que agrega Jesús al
Primer Mandamiento y que lo hacen distanciar del mandamiento de la ley judía?
Ante
todo, en la ley judía se especifica que se debe amar a Dios y al prójimo, sí,
pero con un amor meramente humano, ya que se enfatiza el origen del amor, que es
el corazón humano: “Amarás al Señor y a tu prójimo con todas tus fuerzas, con
todo tu ser”. Es decir, se manda amar a Dios y al prójimo, pero este amor es
solamente humano, con todas las limitaciones que tiene el amor humano; además,
el concepto de “prójimo” es distinto en el judaísmo y en el catolicismo: en el
judaísmo, es sólo el que comparte la raza y la religión; en el catolicismo, es
todo ser humano, sin importar su raza y religión.
Otras
diferencias son las siguientes: en un pasaje, Jesús dice: “Ámense como Yo los he
amado” (Jn 13, 34-35), con lo cual nos podemos preguntar cómo nos ha
amado Jesús y la respuesta es que nos ha amado con amor de Cruz, hasta la
muerte de Cruz y así tiene que ser el amor cristiano y esto es algo que no está
contemplado en la ley judía.
También
dice Jesús: “Amen a sus enemigos” (Mt 5, 443-48) y aquí también está la
noción de la Cruz, porque debemos amar a nuestros enemigos no solo porque Jesús
lo dice, sino porque Jesús nos amó a nosotros siendo nosotros sus enemigos, porque
fuimos nosotros, con nuestros pecados, quienes lo crucificamos y esto también
está ausente en el judaísmo.
Por
último, en el mandamiento de Jesús está incluido el dar la vida por el prójimo,
lo cual no está presente en la ley judía; en efecto, Jesús dice: “Nadie tiene
más amor que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13) y el primero
en dar la vida por sus amigos es Él, quien nos llama “amigos” en la Última Cena
y muere por nosotros en el Calvario, para salvarnos, todo lo cual no está en la
ley judía.
Entonces,
el mandamiento de la caridad según Jesús y no según la ley judía, queda así: “Amen
a Dios y al prójimo con el Amor de Dios, el Espíritu Santo y no con el simple
amor humano; ámense unos a otros como Yo los he amado, hasta la muerte de Cruz,
hasta dar la vida por sus hermanos y sólo así serán verdaderamente hijos de
Dios y hermanos entre ustedes”.
Como
vemos, aunque la formulación del Primer Mandamiento sea similar en el
catolicismo y en el judaísmo, su realidad y su aplicación son substancialmente
distintos, lo cual hace que sean mandamientos distintos y que el mandamiento de
Jesús sea verdaderamente nuevo: “Os doy un mandamiento nuevo” (Jn 13,
34-35).
Por
último, si queremos cumplir con el mandamiento de Jesús de amar a Dios y al prójimo
como a nosotros mismos, hasta la muerte de Cruz y con el Amor de Dios, el Espíritu
Santo, como no tenemos ese amor, lo debemos adquirir y a este Amor de Dios lo
adquirimos en la Comunión Eucarística, puesto que en cada Comunión Eucarística,
Jesús Eucaristía nos comunica el Espíritu Santo, Amor Divino con el cual
podemos amar a Dios y al prójimo como Dios quiere que lo amemos.
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