Los discípulos le piden a Jesús que les “enseñe a orar” y
Jesús les enseña una oración nueva, la oración del “Padrenuestro”. Esta oración
es especialísima, ante todo, por el hecho de haber sido enseñada por el mismo
Jesucristo en Persona; otra particularidad, es que por ella nos dirigimos a Dios
como nuestro “Padre” y esto es algo real y no metafórico, desde el momento en
que Él nos ha adoptado como hijos suyos por la gracia del Bautismo sacramental.
Sin embargo, hay algo que la hace muy especial, y es que el Padrenuestro se
vive en la Santa Misa. Veamos de qué manera.
“Padrenuestro que estás en los cielos”: mientras en el
Padrenuestro nos dirigimos a Dios “que está en el cielo”, en la Santa Misa,
Dios Padre se hace Presente en Persona, junto a Dios Hijo y a Dios Espíritu
Santo, porque al hacerse presente Dios Hijo en la Eucaristía, también están
presentes las otras Personas de la Santísima Trinidad, por el motivo que son
inseparables: donde está Una, están las Tres. Y como el altar se convierte en
una parte del cielo en donde mora la Trinidad, por la Santa Misa Dios Trino,
que está en el cielo, se hace Presente en la tierra.
“Santificado sea tu Nombre”: en el Padrenuestro pedimos la
santificación y glorificación del Nombre de Dios: en la Santa Misa, es Cristo
Dios en Persona quien, con la renovación incruenta y sacramental de la Santa Misa,
santifica y glorifica el Nombre Tres veces Santo de Dios, a nombre nuestro.
“Venga a nosotros tu Reino”: en el Padrenuestro pedimos que
el Reino de Dios venga a nosotros, que estamos de momento en la tierra; en el Padrenuestro,
no solo el cielo baja a la tierra, porque el altar durante la Misa se convierte
en el cielo, sino que baja a la tierra nada menos que el Rey del Reino de los cielos,
Cristo Jesús en la Eucaristía.
“Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”: en
el Padrenuestro pedimos que se haga la voluntad de Dios en nuestras vidas,
voluntad que siempre es santa, por ser la voluntad de Dios; en la Santa Misa,
esa voluntad de Dios se cumple, porque es voluntad de Dios que todos nos
salvemos y por la Misa, que es la renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio
de la Cruz, salvamos nuestras almas y así cumplimos, ya en la tierra, la santa
voluntad de Dios, que está en el cielo.
“Danos hoy nuestro pan de cada día”: mientras en el
Padrenuestro pedimos a Dios por el “pan de cada día”, con el cual alimentamos
nuestro cuerpo, en la Santa Misa, además de recibir esta gracia de su Divina
Providencia, recibimos algo que ni siquiera nos imaginamos que podíamos
recibir, ni sabíamos que existía si no hubiera sido revelado: recibimos el Pan
de Vida eterna, el Pan Vivo bajado del cielo, el Verdadero Maná llovido del
cielo, la Sagrada Eucaristía, con la cual alimentamos nuestras almas para la vida
eterna, al consumir la substancia divina misma.
“Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden”: en el Padrenuestro pedimos a Dios que nos perdone y nos
comprometemos nosotros a perdonar a quienes nos ofenden: en la Santa Misa, esta
petición se cumple porque se renueva sobre el altar el Santo Sacrificio de la
Cruz, sacrificio por el cual Dios Padre perdona nuestros pecados, en virtud de
la Sangre derramada por Cristo; además, por la Comunión Eucarística recibimos
la fuerza divina del Amor del Corazón de Jesús, con el cual podemos perdonar,
en la realidad y no en el mero deseo, a quienes son nuestros enemigos
ocasionales.
“No nos dejes caer en la tentación”: en el Padrenuestro
pedimos la fortaleza para “no caer en la tentación”: por la Santa Misa,
recibimos en la Comunión la fuerza divina de Jesucristo, que no solo nos fortalece
para no caer en la tentación, sino que nos comunica de sus gracias y virtudes divinas,
que son infinitas.
“Líbranos del mal”: en el Padrenuestro pedimos a Dios que
nos “libre del mal”: en la Santa Misa, Dios Padre cumple con este pedido,
porque por la Muerte de su Hijo en la cruz, que se renueva sacramental e
incruentamente en la Santa Misa, son derrotados los causantes de nuestros
males, nuestros enemigos mortales, el Demonio, el Pecado y la Muerte.
Por todas estas razones, en la Santa Misa se vive la
maravillosa oración del Padrenuestro.
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