(Domingo
XXVIII - TO - Ciclo A – 2020 9
“El
Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para
su hijo” (Mt 22, 1-10). Jesús compara al Reino de los cielos con un
banquete de bodas que un rey prepara para su hijo. Para saber el significado de
la parábola y su inserción en el misterio salvífico de Cristo, debemos saber
cuál es el significado sobrenatural de sus elementos. Así, el rey que organiza
el banquete de bodas, es Dios Padre; el hijo del rey es Jesucristo, Dios Hijo,
la Segunda Persona de la Trinidad; las bodas, representan la unión mística y
nupcial entre la Segunda Persona de la Trinidad, el Verbo de Dios y la
naturaleza humana de Jesús de Nazareth, en el seno virgen de María; el salón de
fiestas es el lugar de la Encarnación del Verbo, es decir, el seno purísimo de
María Santísima; los mensajeros del rey que invitan a las bodas, son los
ángeles buenos y también los justos y profetas del Antiguo Testamento, que anunciaron la Primera Venida del Mesías; los primeros invitados, que rechazan la invitación a las bodas,
son los integrantes del Pueblo Elegido, que desconocen al Mesías y lo
crucifican; el segundo grupo de invitados, entre los que hay buenos y malos,
son los integrantes del Nuevo Pueblo Elegido, los bautizados en la Iglesia
Católica, entre quienes hay, efectivamente, quienes siendo pecadores buscan
vivir en gracia y quienes viven abandonados al pecado.
“El
Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para
su hijo”. Falta un elemento, y es la ira del rey hacia los primeros invitados,
puesto que manda a sus ejércitos a que arrasen la ciudad y den muerte a los
invitados. La imagen puede parecer fuerte y la reacción del rey, un tanto
desproporcionada; sin embargo, es lo que sucedió en la realidad, ya que Jerusalén
fue arrasada por los romanos en el año 70 después de Cristo y es un signo de
cómo no puede el hombre burlar a la Justicia Divina: si rechazaron la Misericordia
de Dios encarnada, Jesucristo, crucificándolo, entonces les queda pasar por la
Justicia de Dios. La ciudad arrasada y sus moradores muertos son figura también
de las almas condenadas, es decir, de aquellos invitados a las bodas, los bautizados,
que en vez de aceptar vivir en estado de gracia, eligieron vivir y morir en el
pecado y por eso son figuras de los hombres que se condenan en el Infierno por
propia elección.
“El
Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para
su hijo”. Nosotros formamos parte del segundo grupo de invitados al Banquete
celestial: no despreciemos el llamado a la conversión eucarística y recibamos,
en nuestras almas y con el corazón en gracia, el manjar del Banquete celestial,
con el que Dios Padre celebra la unión nupcial de Dios con la humanidad, el Pan
de Vida Eterna, la Sagrada Eucaristía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario