(Domingo
IV - TP - Ciclo C – 2019)
“(Yo Soy el Buen Pastor). Mis ovejas escuchan mi voz, y yo
las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna” (Jn 10, 27-30). Jesús se presenta a sí
mismo como el Buen Pastor. Así como es un buen pastor, así es Jesús con sus
fieles. ¿Cómo es un buen pastor? Un buen pastor da la vida por sus ovejas,
porque mientras deja a las noventa y nueve seguras en el redil, va en busca de la
que se ha perdido, la que ha extraviado el camino y ha caído por el barranco,
sufriendo fracturas en esa caída y quedando herida, sin poder moverse, a merced
del lobo. El lobo, al olfatear la sangre de la oveja herida, acude pronto
adonde esta se encuentra, para intentar clavar sus afilados colmillos en la
tierna carne de la oveja herida. El buen pastor da la vida por sus ovejas,
porque se arriesga y no solo baja por el barranco, para buscar a la oveja
perdida y curarla con el bálsamo y cargarla sobre sus hombros, para llevarla al
buen resguardo de su redil, sino que hace frente al lobo con su cayado,
ahuyentándolo y alejando así el peligro de muerte que se cernía sobre la oveja
extraviada. El buen pastor salva la vida de la oveja perdida doblemente: porque
la cura con aceite en sus heridas y la carga sobre sus hombros, y porque
ahuyenta al lobo, que quería alimentarse de la tierna carne de la oveja. Jesús
es el Buen Pastor, que deja a las ovejas a salvo en el redil, la Iglesia, a las
almas de los justos, los que viven en gracia y va en busca de la oveja perdida,
el alma que se ha alejado de Dios, el hombre que ha caído en el pecado. Jesús,
Buen Pastor, baja no por un barranco, sino del cielo a la tierra, para
encarnarse en el seno de María Virgen y así dar su vida por los hombres. Al
encontrar a la oveja perdida, el hombre caído en el pecado, Jesús la cura con
el bálsamo de la gracia, que quita sus pecados y le concede la vida nueva de
los hijos de Dios y hace frente al Lobo infernal, el ángel caído, con el cayado
de su Cruz, no sólo ahuyentándolo, sino venciéndolo para siempre desde el árbol
ensangrentado de la Cruz. Jesús así salva doblemente la vida de sus ovejas:
porque cura las heridas del alma con la gracia santificante –que se concede
sobre todo con la Confesión sacramental y con la Eucaristía- y porque vence
para siempre al Lobo infernal, derrotándolo con su sacrificio en Cruz. Por
estas razones, Jesús es el Único y Verdadero Sumo Pastor, Pastor Eterno y
Bueno, que da la vida por sus ovejas, los hombres extraviados que hemos caído
en el pecado.
“Mis
ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la
vida eterna”. Así como las ovejas escuchan la voz de su pastor y a él lo siguen
y reciben de él el alimento, así sucede con Jesús y las ovejas del redil, los
fieles bautizados en la Iglesia Católica: las ovejas que pertenecen a Jesús –los
fieles que lo aman y lo adoran en la Eucaristía- escuchan su voz en las
palabras de la consagración, cuando Jesús habla por medio de la voz del
sacerdote ministerial y lo siguen, en el sentido de que creen que esas palabras
pronunciadas por el sacerdote convierten el pan y el vino en su Cuerpo y en su
Sangre, los cuales serán luego el alimento de vida eterna con el que el Buen
Pastor alimentará a sus ovejas. No escuchemos a otro Pastor que no sea el Sumo
y Eterno Pastor, Jesucristo, quien nos alimenta con el Pan de Vida eterna, la
Sagrada Eucaristía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario