“Les
conviene que me vaya para que envíe el Espíritu Santo” (Jn 16, 5-15). Jesús les revela a sus discípulos que es
absolutamente necesaria su Pasión y Muerte para poder enviar el Espíritu Santo:
“Les conviene que me vaya para que envíe el Espíritu Santo”. Ahora bien, cuando
venga el Espíritu Santo, puesto que es Espíritu santificador, abrirá los ojos
de los discípulos a la santidad de Dios y les hará ver qué es lo que es
contrario a esta santidad divina. Así, el Espíritu Santo “acusará al mundo y le
argüirá de agravio en tres puntos: de pecado, de justicia y de juicio. El mundo
pensaba que Jesús era culpable y él inocente y el Espíritu Santo les hará ver
la realidad, que es lo opuesto: el mundo es culpable y Él, Jesús, es inocente;
el mundo creía que la justicia estaba de su parte, y ahora el Espíritu Santo
les hará ver que el mundo actuó con injusticia en relación a Jesús, condenando
a un inocente; el mundo pensaba que no tenía que incurrir en condenación
alguna, el Espíritu Santo les hará ver que sí[1].
Es
decir, el Espíritu Santo mostrará que todas estas suposiciones son falsas: dará
testimonio de que Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías, con lo que les hará ver
a los judíos que su pecado es un pecado contra la luz. Luego, el Espíritu Santo
atestiguará que Jesús no sólo no era un delincuente, sino el Inocente por antonomasia
y que por eso ahora ha subido a los cielos y está sentado a la diestra de Dios.
Por último, el Espíritu Santo hará ver que, en la batalla entre el Príncipe de
este mundo y Cristo, el que ha vencido de una vez y para siempre, es Cristo en
el santo sacrificio de la Cruz, ya que Satán ha sido herido con una sentencia
de condenación y ha sido arrojado fuera de sus dominios y la prueba de esto
serán la destrucción de la idolatría y la expulsión de los demonios.
Debemos
siempre pedir la asistencia y la iluminación del Espíritu Santo para tener
siempre presente que Jesús es Inocente y santo, que el mundo está contaminado
por el pecado y que Satanás ha sido vencido para siempre en la Cruz.
[1] Cfr. B. Orchard et al., Verbum
Dei, Comentario a la Sagrada Escritura, Tomo III, Barcelona 1957, Editorial
Herder, 756.
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