“Id
y proclamad que el Reino de los cielos está cerca” (Mt 10, 1-7). Jesús envía a los Doce discípulos a misionar, con un
encargo muy específico: anunciar que “el Reino de los cielos está cerca”. Para los
hombres que escuchan el mensaje, éste puede sonar un poco extraño, e incluso
incomprensible: en efecto, todos tienen experiencia y conocimiento de reinos
terrestres, pero ninguno sabe de qué se trata el reino de los cielos. Muchos,
al escuchar este anuncio, tienen la tentación de confundirlo con reinos
terrestres, porque es de lo que tienen experiencia. Por esta razón es que Jesús
hará la aclaración, en otro lugar, acerca del reino, diciendo que “no está aquí
ni allá”, porque este reino no tiene extensión geográfica, ni puede ser
localizado en ningún lugar, ya que no se trata de un reino al estilo de los
reinos humanos y terrestres.
El
Reino de los cielos es de naturaleza celestial, es de origen sobrenatural y es
eminentemente espiritual, de ahí que no pueda ser localizado en ninguna parte. Si
esto es así, ¿a qué se refiere Jesús cuando dice que “el Reino de los cielos
está cerca? Podemos comprender las palabras de Jesús cuando comprendemos que el
Reino de los cielos está o comienza a estar en un alma que posee la gracia
santificante. En efecto, es la gracia en el alma, la gracia conquistada por
Cristo al precio de su Sangre Preciosísima, el Reino de los cielos en la
tierra. Es decir, en toda alma en gracia, es allí en donde se encuentra el
Reino de los cielos: aún más, no solo el Reino de los cielos, sino el Rey de
los cielos en Persona, Cristo Jesús, porque Cristo Jesús, el Rey de cielos y
tierra, inhabita en el alma en gracia. Por eso podemos decir que si bien el
Reino de los cielos no tiene una localización geográfica, sí se encuentra
cerca, tan cerca como cerca está un alma que está en gracia. Para pertenecer a
este maravilloso Reino de los cielos, entonces, solo tenemos que tener nuestra
alma en gracia de Dios.
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