“Las
obras que hago dan testimonio de Mí” (Jn 5, 31-47). Los fariseos no
quieren creer que Jesús es Quien dice ser: el Hijo Eterno del Padre,
consubstancial al Padre, que proviene eternamente del seno del Padre. No quieren
creer y es por eso lo persiguen, lo acosan y lo acusan de falsedades. Jesús les
dice que si no creen a sus palabras, al menos crean en sus obras, porque estas
dan testimonio de Él: sus obras testimonian que Cristo es el Hijo Eterno de Dios
Padre. ¿Cuáles son estas obras? Estas obras son propias de Dios, nadie puede
hacerlas, sino Dios en Persona: resucitar muertos, expulsar demonios, curar
enfermos de toda clase, convertir los corazones a Dios. Sólo Dios puede hacer esta
clase de obras y si hay un hombre en la tierra que hace estas obras, este
hombre no es un hombre santo, sino Dios Tres veces Santo, encarnado en una
naturaleza humana. Si un hombre resucita muertos, cura enfermos, expulsa demonios
con el solo poder de su palabra, entonces este hombre es el Hombre-Dios, porque
ninguna naturaleza creada, ni los hombres, ni los ángeles, pueden hacer este
tipo de obras, propias de un Dios.
“Las
obras que hago dan testimonio de Mí”. De la misma manera a como las obras que
hace Jesús testimonian que Él es Dios Hijo encarnado y no un hombre más entre
tantos, así se puede decir de la Santa Iglesia Católica, puesto que hay una
obra que no la puede hacer ninguna otra iglesia que no sea la Iglesia Verdadera
del Dios Verdadero y esta obra es la transubstanciación, esto es, la conversión
del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, la
Sagrada Eucaristía. La Sagrada Eucaristía entonces es la obra suprema, realizada
por el mismo Dios Trino, que da testimonio de que la Iglesia Católica es la Verdadera
y Única Iglesia de Dios.
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