“Entrad
por la puerta estrecha” (Mt 7, 6.12-14).
Jesús nos indica por dónde se entra al Reino de los cielos: por la “puerta
estrecha”. Jesús nos ayuda a elegir y a elegir bien nuestro destino eterno,
porque en realidad, al llegar al momento de la muerte, nos encontramos como
cuando alguien va por un sendero y, en un determinado momento, este se bifurca.
En el sendero de la vida, se pueden tomar dos direcciones: una, que conduce al
Reino de los cielos y es la puerta estrecha; la otra dirección que se puede
tomar es un sendero ancho y espacioso, pero que lleva a la eterna condenación. Sólo
quien elija el sendero que conduce a la puerta estrecha, entrará en el Reino de
los cielos.
¿En
qué consiste la puerta estrecha? La puerta estrecha de la que nos habla Jesús,
y que es la que debemos elegir si queremos entrar en el Reino de los cielos, no
es otra cosa que su Cruz y el seguimiento que de Él debemos hacer por el Camino
del Calvario, el Via Crucis. La puerta
estrecha es la Cruz de Jesús; sólo quien se abrace a la Cruz todo el día, todos
los días, podrá entrar en el Reino de Dios, porque sólo la Cruz lleva al Cielo.
Quien elija el sendero ancho y espacioso, elegirá un camino fácil, que va en
declive; es un camino en el que todo es risotadas y carcajadas; es un camino en
el que no es necesario cumplir los Mandamientos de la Ley de Dios; es un camino
en el que la mentira, el error, la herejía y la apostasía son la regla común;
es un camino en el que no hay Cruz para cargar; es un camino que parece fácil
al inicio, pero que al final termina en la eterna condenación, porque el final
de este camino son las puertas del Infierno.
“Entrad
por la puerta estrecha”. Si queremos entrar en el Reino de los cielos,
abracemos la Cruz de cada día y marchemos en pos del Señor Jesús, que va
delante nuestro, señalándonos el Camino Real de la Cruz, el único camino que
lleva al Cielo, el Via Crucis.
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