“Proclamad que el reino de los cielos está cerca” (Mt
10, 7-13). Un mandato de Jesús para sus discípulos es la proclamación de que el
Reino de los cielos está cerca. Es una novedad absoluta y una doble novedad:
por un lado, que hay un Reino de los cielos; por otro, que ese Reino “está
cerca”. El Reino de los cielos es algo novedoso porque precisamente no se trata
de un reino terreno, sino celestial, divino, sobrenatural; por esta razón, no
se encuentra localizado en ningún punto geográfico, ya que no es material, sino
celestial. Es un reino substancialmente distinto a los reinos conocidos
terrenales, cuyas existencias pueden servir sólo de lejana referencia para que
nos demos una idea de cómo es el Reino de los cielos, haciendo un paralelismo o
una comparación entre los reinos terrenos conocidos y el Reino de los cielos,
desconocido. A partir de Jesús, se revela la existencia de este Reino celestial,
cuyo Rey es Jesucristo y cuya Reina es su Madre, María Santísima. Este Reino
celestial debe ser proclamado en su existencia y para que su anuncio tenga
credibilidad, Jesús dota a sus discípulos y a su Iglesia toda, de poderes
sobrenaturales, el poder de la gracia, por medio de la cual curarán enfermos,
resucitarán muertos y expulsarán demonios: “Curad enfermos, resucitad muertos,
echad demonios”. Ahora bien, estas obras de la Iglesia, con las cuales anuncia
la existencia del Reino -curar enfermos, resucitar muertos, expulsar demonios-,
no son el Reino en sí mismo, sino sólo los prolegómenos del Reino, los anuncios
del Reino. La Iglesia hace estas obras no como un fin en sí mismas, sino como
parte del anuncio del Reino de los cielos.
El discípulo -y la Iglesia- debe anunciar, primero, la
existencia del Reino, y luego, que ese Reino “está cerca”. ¿Cuán cerca está ese
Reino? Está cerca en dos maneras: por un lado, está tanto más cerca cuanto más
cerca está la realidad de la muerte terrena, porque finalizada esta vida
terrena se abre, para el alma fiel a la gracia, el horizonte de eternidad del Reino
de los cielos; luego, está cerca ese Reino ya en esta vida, cuanto más cerca
está el alma en gracia, porque la gracia es ya la presencia del Reino en la
tierra, más precisamente, en el corazón del que está en gracia.
“Proclamad que el reino de los cielos está cerca”. El mandato
de Jesús es un mandato atemporal, que abarca a todos los tiempos y a toda la
historia de la Iglesia, hasta el fin de los tiempos, por lo que nos implica a
nosotros también, lo cual significa que una parte esencial de nuestro ser cristianos,
es el proclamar no sólo la existencia del Reino de los cielos, sino también que
“está cerca”. Probablemente no tendremos los dones de curación, de resurrección
de muertos, o de expulsar demonios, pero sí está a nuestro alcance, porque depende
de nuestro libre albedrío, estar en gracia, con lo cual cumplimos el mandato de
Jesús de proclamar que “el Reino de los cielos está cerca”. Esto significa que,
cuanto más en gracia vivamos, tanto más estaremos proclamando la existencia y
proximidad del Reino de los cielos.
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