“Un
hombre prudente edificó sobre roca; un hombre necio sobre arena” (Mt 7, 21-29). Con la parábola de los
hombres que edifican sus respectivas casas sobre roca y sobre arena, Jesús
quiere hacernos ver cuán distintas son las consecuencias espirituales de elegir
la Cruz o de rechazarla. En efecto, el hombre prudente que edifica su casa
sobre roca, es el hombre que basa su espiritualidad en Cristo Dios y en su
Cruz; es el hombre para quien Cristo es Dios, está Presente en la Eucaristía de
forma real, verdadera y substancial y sus Mandamientos son su alimento
espiritual cotidiano. El que edifica sobre roca es el que edifica su edificio
espiritual sobre la Roca que es Cristo y toda su espiritualidad está basada en
la espiritualidad de la Iglesia Católica, que es la espiritualidad de los
Padres del Desierto, los Padres de la Iglesia y los miles de santos, doctores,
vírgenes, mártires, que la Iglesia ha donado al mundo a lo largo de los siglos.
Por
el contrario, el hombre necio que edifica sobre arena es el que se construye
una espiritualidad a su manera; es el que dice: “espiritualidad sí, religión no”;
es el que dice: “Cristo sí, Eucaristía no”; es el que dice “todas las religiones
conducen a Dios, menos la religión católica”; es el hombre que, en vez de rezar
el Rosario y utilizar los Sacramentos y sacramentales de la Iglesia Católica,
consulta a magos, hechiceros y brujos. En definitiva, es el hombre que practica
la espiritualidad falsa de la Nueva Era, una espiritualidad que, al no estar
basada en Cristo Dios y sus Mandamientos, cede ante los primeros embates de las
penas y tribulaciones de la vida, dejándolo en desolación y confusión
espiritual.
“Un
hombre prudente edificó sobre roca; un hombre necio sobre arena”. No seamos
como el hombre necio de la parábola; edifiquemos nuestro edificio espiritual
sobre la Roca sólida, que es Cristo Dios en la Eucaristía.
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