“Vosotros
sois la sal de la tierra (…) la luz del mundo” (Mt 5, 13-16). Jesús compara
a sus discípulos con dos elementos que se encuentran en la cotidianeidad de
todos los días: la sal y la luz. Los cristianos son “sal” y son “luz”; ambos
elementos son necesarios para la vida, para que la vida adquiera otro sentido. En
el caso de la sal, es lo que da sabor a los alimentos: sin la sal, los alimento
pierden su sabor y se vuelven sosos y quien los va a comer, queda inapetente. Si
la sal no sala, si pierde su esencia, el alimento deja de ser apetecible: así
es el cristiano para este mundo, le da al mundo el sabor de la vida eterna,
porque con sus obras, más que con sus palabras, debe anunciar al mundo la Buena
Nueva de Cristo, que ha venido para perdonar nuestros pecados y conducirnos a
la vida eterna. La sal consiste en hacer saber al prójimo que esta vida no es
definitiva, sino sólo una prueba para ganar la vida eterna, en el Reino de los
cielos, por los méritos de Jesucristo.
El
otro elemento con el que compara Jesús a sus discípulos es la luz: si no hay
luz, predominan las sombras y la oscuridad y así el alma se vuelve incapaz de
ver el misterio pascual de Jesucristo, misterio que es de luz y de luz eterna:
el cristiano tiene la misión de señalar el camino de la luz eterna, Cristo
Jesús, camino que lleva a la Fuente de la luz eterna, el seno del Padre. Si el
cristiano deja de observar los Mandamientos y de practicar los sacramentos, no
obra la misericordia y así se convierte en una luz apagada, o en una luz que
fue encendida y fue colocada bajo la cama, donde no alumbra nada. Las obras del
cristiano, obras de misericordia, son las que iluminan las vidas de los hombres
y les señalan el Camino al Cielo, Cristo Jesús.
“Vosotros
sois la sal de la tierra (…) la luz del mundo”. Por la gracia recibida en el Bautismo
sacramental, hemos sido convertidos en “sal y luz” y debemos comportarnos como
tales, de otra manera, habremos traicionado la misión para la cual Cristo
dispuso que en nuestras almas brillara la luz de la gracia desde nuestros
primeros días en la tierra.
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