¿Por qué los cristianos exaltamos la Cruz, si esta es un
instrumento de tortura? En efecto, si bien no fue inventada por los romanos,
pues existía mucho antes que ellos, la cruz fue considerada siempre como un
instrumento de tortura, humillación y muerte; en el caso de los romanos, que la
extendieron por todos sus lugares de conquista, la cruz servía de advertencia
para aquellos que osaran desafiar el poder del Imperio Romano. Dejaban a los crucificados
a la vera del camino, para que los pasantes pudiesen comprobar, con sus propios
ojos, cuál era el destino cruel de muerte y humillación extrema que les
esperaba a quienes se opusieran a sus planes de conquista imperial. Dicho esto,
volvemos a preguntarnos: ¿por qué lo cristianos exaltamos, veneramos e incluso adoramos,
un signo considerado por excelencia como elemento de tortura, de humillación
extrema y de muerte dolorosísima?
La razón la obtenemos cuando contemplamos no cualquier
cruz, sino la Cruz de Nuestro Redentor Jesucristo. Cuando Jesús muere, siendo
Él el Hombre-Dios, cambia, con su omnipotencia, sabiduría y amor divinos, el sentido
de la Cruz. Si la Cruz era para los hombres signo y símbolo de desesperación de
tortura y de muerte, Cristo en la Cruz cambia este sentido y convierte a la
Cruz en signo y símbolo de esperanza, de alivio y de vida, porque Él convierte a
la Cruz, de camino seguro de muerte terrena, en Camino Real que conduce al
Cielo; si la Cruz significaba muerte para los hombres, Cristo, al morir en
Cruz, le cambia el significado y a cambio de su muerte en Cruz, nos concede su
Vida divina, vida que es eterna e infinita; si la Cruz era para los hombres
lugar de tortura, Jesús la convierte en lecho de descanso, de paz y de seguro
camino al Cielo. Por último, hay algo en lo que los hombres y Jesús coinciden
en cuanto a la Cruz: tanto para unos como para otros, la Cruz es lugar de
muerte, pero mientras para los hombres es lugar de muerte terrena, en medio de
dolores crueles, para Cristo, que le cambia el sentido, es el lugar en el que,
unido a Él, el hombre muere al hombre viejo, muere a la vida terrena, para
nacer a la vida de la gracia, a la vida de los hijos de Dios, vida que se
caracteriza por la serenidad, la paz y la alegría de aquellos a quienes Dios adopta,
en la Cruz, como hijos suyos.
Por último, la Cruz de Cristo está bañada, empapada, con la
Sangre del Cordero de Dios, Cristo Jesús y esta es la razón por la cual nosotros
los cristianos adoramos la Cruz, porque adoramos la Sangre Preciosísima del
Cordero de Dios derramada en el Santo Sacrificio del Calvario, para nuestra
salvación. Por todas estas razones y por muchas más, es que nosotros, los cristianos,
exaltamos, veneramos y adoramos la Santa Cruz, en la tierra, en el Santo
Sacrificio de la Misa, que es la renovación incruenta del Santo Sacrificio del
Calvario y en los siglos sin fin en el Reino de los cielos, donde la Santa Cruz
de Jesús resplandece con la gloria divina por toda la eternidad.
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