(Domingo
XXVII - TO - Ciclo A – 2020)
“Había un hombre que arrendó su viña” (Mt 21, 33-43).
Para entender qué significado tiene, en el contexto del misterio salvífico del
Hombre-Dios Jesucristo, la parábola de los viñadores homicidas, hay que
determinar primero qué significado sobrenatural tienen cada uno de sus
elementos naturales. Así, el dueño de la viña es Dios Padre; el heredero, al
cual Él envía y los viñadores homicidas lo asesinan, es Cristo Jesús, el Hijo
de Dios encarnado, la Segunda Persona de la Trinidad humanada, que muere en la
Cruz a manos de los hombres pecadores; la viña es, primero la Sinagoga, Iglesia
de Dios Uno y en el que se encuentran los miembros del Pueblo Elegido y después
la Iglesia Católica, la Iglesia del Dios Uno y Trino, en la que se encuentran
los bautizados en nombre de Cristo, los integrantes del Nuevo Pueblo Elegido;
los mensajeros enviados por el dueño para cobrar la renta son los justos y
profetas del Antiguo Testamento, muchos de los cuales fueron asesinados en su misión
de anunciar la Llegada del Mesías; los viñadores asesinos son los fariseos,
escribas y doctores de la ley que, apoderándose de la Ley, de la Sinagoga y de
la Religión del Dios Verdadero, se opusieron con todas sus fuerzas al Mesías,
el Hijo de Dios, Cristo Jesús, cometiendo finalmente el deicidio, al condenarlo
a muerte en la Cruz; la muerte del hijo del dueño a mano de los viñadores
homicidas es la Muerte Redentora de Cristo Dios en la Cruz, muerte por la cual
derrota a los tres grandes enemigos del hombre, el Demonio, el Pecado y la
Muerte, y con la cual consigue además la gracia santificante, que convierte a los
hombres, de simples creaturas, en hijos adoptivos de Dios y en herederos del
Reino de los cielos.
“Había un hombre que arrendó su viña”. Nosotros, los
bautizados en la Iglesia Católica, formamos el Nuevo Pueblo Elegido, los nuevos
viñadores, que estamos llamados a trabajar en la Iglesia para la conversión
eucarística y la salvación de las almas. No nos comportemos como los viñadores
homicidas, matando la verdadera fe en nuestros hermanos y procuremos que todos
lleguen al conocimiento y amor de Jesús Eucaristía, es decir, procuremos la
conversión eucarística aquí en la tierra, para que luego tengamos una feliz
eternidad en los cielos.
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