“Tu
fe te ha salvado; vete en paz” (Lc 7, 36-50). La escena del Evangelio, que
es real y sucedió verdaderamente en el tiempo y en el espacio, tiene a su vez un
significado sobrenatural, que no se ve a simple vista, sino que es necesaria la
luz de la fe. En efecto, la mujer pecadora representa a toda alma que viene a este
mundo, que nace con el pecado original, aunque también representa a todo
pecador y a cualquier pecador, independientemente del pecado que cometa; el
perfume con el que la mujer pecadora unge los cabellos y los pies de Jesús y que
invade la casa, es la gracia, que invade el alma cuando ésta acude a los pies
del sacerdote ministerial, para recibir el perdón divino en la Confesión Sacramental,
aunque también es la gracia que recibe el alma del que se bautiza, con lo que
se le quita el pecado original; las lágrimas de la mujer representan la alegría
de un corazón contrito y humillado que, por la Misericordia Divina, ha recibido
el perdón de Dios; el perdón otorgado por Jesús a la mujer pecadora y que es lo
que motiva su amor de agradecimiento, es el perdón que recibe toda alma en el
Sacramento de la Confesión.
“Tu
fe te ha salvado; vete en paz”. Si alguno tiene la desdicha de no estar en estado
de gracia, que recuerde el perdón otorgado por Jesús a la mujer pecadora y
acuda, con prontitud y agradecimiento, al Sacramento de la Penitencia, para
recibir con amor la Divina Misericordia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario