“El buen pastor se alegra por la oveja que se perdió y fue encontrada” (cfr. Mt 18, 1-5. 10. 12-14). Jesús utiliza la figura de un pastor que tiene cien ovejas y al cual se le pierde una: dicho pastor, dejando las noventa y nueve a buen resguardo, va en búsqueda de la oveja perdida y se alegra cuando la encuentra y esta alegría por la oveja perdida y encontrada es superior a la alegría de tener a noventa y nueve que nunca se perdieron y están a buen resguardo. ´
Para
entender el porqué y el sentido de esta imagen, es necesario reemplazar los elementos
naturales por elementos sobrenaturales: así, el pastor es Jesucristo, el
Hombre-Dios, que es el Sumo y Eterno Pastor; las noventa y nueve ovejas son, ya
sea los justos que viven en gracia, o bien los bienaventurados que viven en el
Reino de los cielos: ambos están a buen resguardo del mal, porque viven, unos
en gracia y otros en la gloria de Dios y así son inmunes a la acción de la Serpiente
Antigua; el redil es la Iglesia, tanto la Militante como la Triunfante y la Purgante;
la oveja perdida es el alma del pecador que, despreciando la gracia y dejándose
atraer por los falsos atractivos del mundo, ha perdido el rumbo y se ha
extraviado por el camino del pecado. Esta oveja o alma, que se ha perdido,
corre el riesgo de ser devorada por el Lobo infernal o, lo que es lo mismo, corre
el riesgo de la eterna condenación, si no es salvada a tiempo por el pastor. Porque
está en peligro grave de condenación, es que el pastor va en su búsqueda: es
Jesús, la Segunda Persona de la Trinidad, que baja de los cielos por la
Encarnación, por obra del Espíritu Santo, para buscar a la oveja perdida, es
decir, a la humanidad extraviada por el pecado original. El encuentro de esta
oveja perdida se produce en el Monte Calvario, el lugar del sacrificio cruento
del Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, siendo la fuerza del Amor de su
Sagrado Corazón la que lleva a la oveja hasta los pies de la cruz, llevándose
así a cabo su salvación y redención. La alegría que el pastor experimenta, es
la alegría que experimenta Dios por la conversión del alma, que dejando el
pecado de lado, se inclina por la vida de la gracia y así salva su alma.
“El
pastor se alegra por la oveja que se perdió y fue encontrada”. Nosotros somos
la oveja perdida, que necesita ser encontrada por el Buen Pastor, Cristo Jesús,
para salvar nuestra alma. No posterguemos nuestra salvación; no nos escondamos más
de nuestro Dios y tomemos la decisión de abandonar el camino del pecado, para
vivir la vida de la gracia y así le daremos una gran alegría al Buen Pastor,
Cristo Jesús.
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