“El Hijo da vida a quien Él quiere” (Jn 5,
17-30). En esta revelación, Jesús nos demuestra que Él no es un simple profeta
más, ni tampoco un hombre un hombre santo que habla de parte de Dios: revela
que Él es Dios en Persona, porque el hecho de “dar la vida”, no se entiende en
un sentido simbólico o metafórico, sino en un sentido literal. No se entiende
en sentido literal o metafórico, como cuando alguien dice: “Se me solucionaron
los problemas que tenía, ahora tengo una nueva vida”. No es a esta vida a la
que se refiere Jesús, porque sigue siendo la misma vida natural que la persona
poseía antes de que se le solucionasen los problemas.
La “nueva vida” que da Jesús es nueva en sentido
literal, porque es una vida que no es la vida humana, aunque tampoco la
angélica; es una vida absolutamente nueva, sobrenatural, celestial, divina,
porque es la vida suya, la vida de Él, la vida de Jesús, que es Dios. Es decir,
Jesús, que es la Segunda Persona de la Trinidad, da la vida misma de la
Santísima Trinidad al alma a la que Él quiere dar. Y esto sí es una “nueva vida”,
porque es una vida absolutamente desconocida para los hombres, es la vida
divina del Ser divino trinitario. Esto quiere decir que el hombre, el ser
humano, por medio de la gracia santificante que brota del Corazón traspasado de
Jesús y que se comunica a los hombres por los sacramentos, se hace partícipe de la vida divina de la Trinidad, de las Tres Divinas Personas, del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En esto consiste la novedad absolutamente
radical e inimaginable del cristianismo: no solo la Segunda Persona de la Trinidad
se ha encarnado y muerto en cruz para salvarnos, sino que nos comunica de la
vida divina misma de la Trinidad, lo cual nos hace superiores a los ángeles y nos coloca en el plano mismo de Dios Trino.
“El Hijo da vida a quien Él quiere”. La Vida divina
que nos da Cristo la recibimos por los sacramentos, sobre todo la confesión y
la Eucaristía. ¡Qué desdichados son los cristianos que, por algún placer
terreno, por indiferencia, por falta de amor a Jesucristo, desprecian su Iglesia
y sus sacramentos y así se quedan sin la Vida Divina de la Trinidad que Cristo,
el Hombre-Dios, nos comunica desde su Corazón traspasado! Muchos se darán cuenta
y se lamentarán, pero será muy tarde. Recemos para que los que han apostatado,
regresen al redil de Cristo, la Iglesia Católica y así reciban la vida nueva de
la Trinidad que nos da Cristo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario