“Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y
se os abrirá” (Mt 7, 7-12). Jesús nos alienta a pedir, a buscar y a
llamar a Dios, porque nos dice Él que quien pide, recibe, quien busca,
encuentra y a quien llama, se le abre.
Podríamos preguntarnos entonces qué es lo que debemos
pedir, qué debemos buscar, adónde debemos llamar.
Ante todo, lo que debemos pedir es de orden espiritual
-aunque también se puede pedir en el orden material, siempre que sea para la
subsistencia y no para el lujo o el derroche, lo cual es un contrasentido en el
cristiano- y, dentro del orden espiritual, debemos pedir todo aquello que sea
conveniente y bueno para nuestra eterna salvación, al mismo tiempo que debemos
pedir el rechazo de todo lo que sea un obstáculo para nuestra salvación. Por
ejemplo, debemos pedir la perseverancia en la Santa Fe Católica todos los días,
hasta el día de nuestra muerte; podemos pedir la gracia de morir antes de
cometer un pecado mortal o venial deliberado.
¿Qué es lo que debemos buscar? Debemos buscar los
medios que nos conduzcan a la vida eterna: ante todo, la gracia santificante que
nos conceden los sacramentos, principalmente el Sacramento de la Penitencia y
la Sagrada Eucaristía; debemos buscar la gracia de rezar el Santo Rosario todos
los días, para unirnos místicamente a las vidas de Jesús y María; debemos buscar
la gracia de saber usar los sacramentales -agua, aceite y sal exorcizados-, que
ahuyentan al Demonio y nos hacen desear vivir en unión con los Sagrados
Corazones de Jesús y María.
¿Dónde debemos llamar? Debemos llamar a las puertas
del Sagrario, en donde se encuentra Jesús Eucaristía, porque si bien Él, en
cuanto Dios, sabe qué es lo que necesitamos, tanto para tener paz espiritual,
como para salvar nuestras almas y las de nuestros seres queridos, Él quiere que
se lo pidamos, arrodillados y postrados en adoración ante su Presencia
Eucarística.
Ante Jesús Eucaristía, pidamos, busquemos y llamemos a
las puertas de su Sagrado Corazón Eucarístico, para obtener la gracia
invalorable de salvar nuestras almas, las de nuestros seres queridos y las de
nuestros prójimos.
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