(Domingo
IV - TC - Ciclo A – 2023)
“Jesús devuelve la vista a un ciego de nacimiento” (Jn
9, 1-41). En este episodio del Evangelio, Jesús realiza un milagro por el cual
le da la vista a un ciego de nacimiento. Se puede considerar, por un lado, el
milagro corporal, que pertenece al orden de lo natural y por otro lado, su
significado y trascendencia sobrenatural.
Desde el punto de vista natural, el no vidente lo es desde
nacimiento, con lo cual, muy probablemente, haya nacido con atrofia de las
estructuras ópticas que hacen posible la visión en el ser humano: por ejemplo,
podría ser una atrofia bilateral de los nervios ópticos, atrofia o ausencia bilateral
de las retinas, lesiones graves al momento de nacer, producidas en la corteza
cerebral relacionada con la visión, etc. Es decir, los problemas anatómicos y
funcionales causantes de una ceguera congénita pueden ser múltiples y de
variada naturaleza y algunos, de tal gravedad, que la ciencia, ni hoy ni en
ningún momento, sería capaz de solucionar. Sin embargo, Jesús, con la sola
indicación al no vidente de que se lave el rostro luego de que Él le pusiera
barro en los ojos, le devuelve la vista al ciego. Esto supone un milagro de magnitudes
difíciles de imaginar: supone la reconstrucción o mejor, la creación, de la
nada, de las estructuras ópticas atrofiadas, lesionadas gravemente o incluso
inexistentes en el no vidente, algo que la ciencia médica humana jamás podrá
hacer, cualquiera sea el grado de desarrollo que logre alcanzar la ciencia. Pero
Jesús, que a la vista de todos aparece como “el hijo del carpintero”, que tiene
el mismo oficio de su padre adoptivo, el ser carpintero, concede la vista plena
a quien no la poseía.
La razón del milagro está en la condición divina de Jesús:
Jesús es Dios, en cuanto tal, es omnipotente, omnisapiente y todavía más: en cuanto
Dios, es Él el creador del ser humano, tanto de su alma espiritual como de su
cuerpo material; Él es el creador de la anatomía y de la fisiología de todos
los seres vivos, incluido el hombre y es aquí en donde radica la explicación
del porqué Jesús puede devolver la vista al ciego de nacimiento: simplemente
porque es Dios y en cuanto Dios, Él crea de la nada y crea, con precisión
científica, lo que los científicos, luego de miles de años, llegarán apenas a
descubrir una ínfima parte de su anatomía y de su funcionamiento. De esto se
desprende, como al pasar, la absoluta incongruencia de quien se dice ser
científico y, porque es científico, se proclama ateo: ¿cómo se puede ser ateo,
si el hecho científico que se estudia, ha sido creado con precisión científica
por parte de Jesús, Dios Creador?
El otro aspecto que se debe considerar en este milagro,
además de la omnipotencia y de la omnisciencia de Jesús, es el significado
sobrenatural: el ciego de nacimiento representa al hombre que, espiritualmente
y a causa del pecado original y de su propia condición humana, es incapaz de
ver, con la luz de la razón, a Dios y a sus misterios, principalmente el
misterio de la constitución íntima de Dios como Uno y Trino y el misterio de la
Encarnación de la Segunda Persona de la Trinidad en la Humanidad Santísima de
Jesús de Nazareth. La ceguera corporal es símbolo de la ceguera espiritual, que
impide ver los misterios de la salvación expresados y manifestados en la Vida,
Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús; la ceguera corporal es símbolo de la
ceguera espiritual que impide ver, tanto la Encarnación del Verbo de Dios en el
seno virgen de la Madre de Dios, como la prolongación de la Encarnación en el
seno de la Iglesia, el altar eucarístico, por obra del Espíritu Santo, en la
Eucaristía.
Y así también, como la ceguera del ciego de nacimiento solo
podía ser curada y revertida por el poder de Jesús, así también la ceguera del
alma, que impide ver a Jesús Presente en el Santísimo Sacramento del altar,
solo puede ser curada por el poder de la gracia santificante del mismo Señor Jesús,
nuestro Dios y Redentor.
Pidamos entonces la gracia de ser sanados de nuestra
ceguera espiritual, a fin de que seamos capaces de ver, con los ojos del alma iluminados
por la fe, a Jesús Eucaristía, Luz del mundo y, como el ciego del Evangelio,
luego de recobrada la vista, nos postremos en adoración ante su Presencia
Eucarística.
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