En este Evangelio, se describe un milagro, en el cual Jesús
multiplica panes y peces. Se trata de un verdadero milagro, es decir, de una
obra que solo puede ser hecha con sabiduría, potencia y amor divinos. En otras
palabras, un milagro solo puede ser hecho por Dios: ni los ángeles buenos, ni
los ángeles malos, como Satanás, pueden hacer milagros y mucho menos los
hombres, porque ni ángeles ni hombres tienen la sabiduría, el poder y el amor
divinos necesarios para realizar un prodigio que lleve el nombre de “milagro”.
Jesús hace un verdadero milagro, es decir, multiplica
la materia constitutiva de los panes y peces; primero crea de la nada los
átomos y las moléculas materiales que forman los panes y los peces y luego los
multiplica en sobreabundancia y esto en un abrir y cerrar de ojos. No es, como
dicen algunos, que lo que hizo Jesús fue “conmover” los corazones para que los
que tenían compartieran con los que no tenían: hizo un verdadero milagro, un
prodigio que solo Dios puede hacer.
Este milagro tiene dos objetivos, aparte de calmar el
hambre corporal que la multitud que había ido a escuchar a Jesús realmente
tenía; un objetivo es prefigurar otro milagro, en el que se multiplica no ya carne
de pescado y pan material, sino la Carne del Cordero de Dios y el Pan de Vida
eterna, la Sagrada Eucaristía, no para alimentar el cuerpo, sino para alimentar
el alma; el otro objetivo, es hacer una obra de tal magnitud que quienes la
vieran creyeran que el que hace esa obra solo puede ser Dios y por eso lo hace
Jesús, para que, si alguien no cree a sus palabras, a su afirmación de que Él
es Dios Hijo encarnado, “al menos crean en sus obras”, como Él mismo lo dice en
el Evangelio: “Si no creen a mis palabras, al menos crean a mis obras”, es
decir, a los milagros.
Por último, si la multiplicación de panes y peces es
un signo de la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, la multiplicación de la Carne
del Cordero y del Pan de Vida eterna, la Sagrada Eucaristía, que la Santa Iglesia
Católica realiza cada vez en la Santa Misa, es el milagro de los milagros, la
prueba viviente de que la Iglesia Católica es la Única Iglesia Verdadera del
Único Dios Verdadero, la Santísima Trinidad.
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