“Alegraos”
(Mc 28, 8-15). Luego de la Resurrección de Jesús, se pueden destacar
distintas actitudes en los protagonistas del relato del Evangelio del Lunes de
la Octava de Pascua. En primer lugar, Nuestro Señor Jesucristo; luego, las
Santas Mujeres de Jerusalén; por último, los escribas y fariseos.
En cuanto
a Nuestro Señor Jesucristo, ya resucitado y glorioso, con su cuerpo
resplandeciente de la gloria de Dios, sale al encuentro de las Santas Mujeres y
la primera palabra que dice es: “Alegraos”. Este mandato de Jesús, que manda
positivamente a sus discípulos a alegrarse, encuentra su pleno sentido y su
razón de ser en el Viernes Santo: si en el Viernes Santo, en el Calvario, todo
era llanto y dolor, pena y amargura, por al muerte del Redentor, por el
aparente triunfo de sus enemigos terrenales y angélicos, los ángeles caídos,
los demonios, ahora, el Domingo de Resurrección, con las primeras luces del
amanecer, todo es alegría, porque Jesús, que estaba muerto, ahora está vivo, ha
resucitado y está lleno de la gloria, de la luz, de la alegría y de la vida
divina, porque ha vencido a la muerte y ha vuelto a la vida, pero no a la vida
natural que antes poseía, sino a la vida eterna, gloriosa, sobrenatural, que
poseía junto al Padre desde la eternidad. No se trata por lo tanto de una
alegría que tenga causas naturales, ni tampoco es una alegría forzada, sino una
alegría genuina, una alegría que no se origina en la tierra, sino en los cielos,
en el seno mismo del Ser divino trinitario, que en cuanto tal es Alegría
Increada y que se transmite a través del Cuerpo glorioso y resucitado de Jesús.
Por su
parte, las Santas Mujeres, dice el Evangelio, estaban “temerosas”, porque no
terminaban de comprender lo que había pasado, pero al mismo tiempo estaban “alegres”,
porque el Ángel del sepulcro ya les había anunciado que Jesús había vencido a
la muerte y había resucitado. Y es esta alegre noticia la que Jesús les ordena
que vayan a comunicar al resto de los discípulos.
Por último,
está la actitud de escribas y fariseos quienes, aun después de la evidente resurrección
de Jesús, persisten en su pecado de obstinación y, como hijos del Padre de la
mentira que son, sobornan a los guardias para que mientan ante sus superiores,
afirmando falsamente que sus discípulos se llevaron el cuerpo muerto e
inventaron la resurrección, versión que, según narra el Evangelio, es la que
persiste entre los judíos hasta el día de hoy.
“Alegraos”,
les dice Jesús a las Santa Mujeres; “Alegraos”, nos dice también a nosotros
Jesús desde la Eucaristía, en donde se encuentra glorioso y resucitado y nosotros,
al igual que las Santas Mujeres, que luego de reconocer a Jesús resucitado se
postran en adoración ante Él, así también nos postramos, con el corazón rebosante
de santa alegría, ante la Presencia de Jesús Eucaristía, glorioso y resucitado.
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