La
bendición e imposición de cenizas en Cuaresma tiene por finalidad recordar al
hombre que esta vida no es definitiva y que, antes o después, se termina:
“Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”.
El hombre tiene tendencia a
considerar su vida terrena como algo definitivo, como algo que no termina
nunca, olvidándose al mismo tiempo de que su alma es inmortal y de que está
destinado a la otra vida, a la eternidad. Las cenizas tienen la función de
recordar al hombre esta verdad: con la muerte, que indefectiblemente acaece, el
alma se separa del cuerpo, y mientras el alma permanece viva, en virtud de su
condición espiritual e inmortal, el cuerpo, separado de su principio vital,
comienza un proceso de descomposición y de putrefacción que termina
reduciéndolo a cenizas.
Pero el mensaje central de la Cuaresma y del Miércoles
de Cenizas no es simplemente recordar al hombre que habrá de morir y que su
cuerpo se desintegrará. Si este fuera el mensaje y el sentido último, entonces
se trataría más bien de una ceremonia lúgubre y triste, sin lugar a la
esperanza. Por el contrario, más allá de lo que pueda parecer, la imposición de
cenizas al inicio de la
Cuaresma tiene un trasfondo de alegría, de serenidad, de
esperanza, porque si bien la
Iglesia nos hace recordar que estamos destinados a morir, al
mismo tiempo el recuerdo se enmarca en la Pasión del Señor, Pasión por la cual estamos
destinados a resucitar, luego de pasar por la Cruz.
Por esto, la Iglesia nos impone las cenizas
para recordarnos nuestra muerte: “Recuerda que eres polvo y en polvo te
convertirás”, pero para que nos preparemos para esa muerte para resucitar a la
vida eterna, y la mejor forma de prepararnos para esa muerte es uniéndonos a la Cruz de Cristo por medio de
la oración, el ayuno, la mortificación, y la práctica de obras de misericordia,
espirituales y corporales.
Éste es entonces el sentido
último de las cenizas y del tiempo de Cuaresma: configurar la propia vida a la Cruz de Cristo, para morir en
Él y resucitar con Él a la nueva vida, la vida de la gracia, para luego vivir
en la eternidad en el Reino de los cielos.
El cuerpo que se disgrega
con la muerte, representado en las cenizas, es el mismo cuerpo que habrá de
resucitar, glorioso y lleno de luz, para la vida eterna.
La imposición de cenizas por
lo tanto no es nunca una ceremonia que finaliza en el mero recuerdo de la
muerte, porque se proyecta a la resurrección. Por eso, la frase completa de la Iglesia en la imposición
de cenizas, tiene este sentido: “Recuerda que eres polvo, y en polvo te
convertirás, y si unes tu vida a la
Cruz de Cristo, por la oración y la misericordia, resucitarás
un día para vivir eternamente en la luz divina”.
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