“Los
cachorros comen las migajas que dejan caer los hijos” (cfr. Mc 7, 24-30). La respuesta de la mujer,
pagana y sirofenicia, le vale el conseguir de Jesús lo que pide, la expulsión
del demonio que había tomado posesión del cuerpo de su hija.
La respuesta de la mujer es triplemente admirable: primero,
por tratarse de una mujer pagana y sirofenicia, es decir, no perteneciente al
Pueblo Elegido, a pesar de lo cual, muestra una fe que supera con creces a la de
muchos hebreos, porque cree en Jesús como Dios, ya que le pide que expulse al
demonio que ha tomado posesión del cuerpo de su hija, algo que solo lo puede
hacer Dios con su omnipotencia; muestra una gran humildad, porque Jesús usa una
comparación que, para un alma susceptible, podría ser ocasión de una respuesta
soberbia, ya que son pocos quienes soportarían ser comparados con un cachorro de
perro, tal como Jesús sugiere con el ejemplo: los hijos son el Pueblo Elegido,
los cachorros son los paganos, como la mujer sirofenicia; por último, da una gran muestra de caridad, es decir, un amor sobrenatural, hacia su hija, porque por ella,
por verla libre del demonio, no duda en humillarse ante un rabbí hebreo y
postrarse ante Él, y demuestra también un amor sobrenatural hacia Jesús, porque
se dirige a Él como a un Dios no sólo omnisciente, sino también infinitamente
amoroso y misericordioso, que tendrá piedad de su hija y la librará del
demonio.
Fe, caridad, humildad, esos son los ejemplos de una mujer
pagana, ejemplos no solo ante los hebreos del Pueblo Elegido,
sino ante los miembros del Pueblo Elegido, los cristianos, porque muchos de estos, ante la tribulación, ante las pruebas,
ante las cruces, vacilan, dudan, no creen, en la Presencia de Jesús en la
Eucaristía.
Si muchos cristianos tuvieran la fe, la caridad y la
humildad de esta mujer pagana, y acudieran a Jesús en el sagrario como acude la
mujer sirofenicia a Jesús en el episodio del Evangelio, las cruces, las
tribulaciones, y toda la vida en general, serían un anticipo en la tierra de la
vida feliz en la eternidad.
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