Las cenizas que se imponen en Cuaresma simbolizan la vida
terrena del hombre: caduca, efímera, desaparece tan pronto como la ceniza
cuando sopla el viento.
Al imponer las cenizas en el inicio de la Cuaresma, la
Iglesia quiere que sus hijos mediten acerca de la caducidad de la vida terrena,
y en la cercanía de la muerte, que a todo ser humano le espera. Pero el
objetivo de la Iglesia no es simplemente pretender que sus hijos mediten solo
en la muerte, sino que, al mismo tiempo, mediten acerca de la vida eterna, la
vida que comienza precisamente en el mismo momento en el que esta vida se
termina.
Sucede que el hombre, si no piensa en la vida eterna, cree
que esta vida es para siempre, que no termina nunca, que no hay ni premio ni
castigo, y así no se preocupa por obrar el bien, de “atesorar tesoros en el
cielo”, como pide Jesús.
Si el hombre no piensa en la muerte, y en lo que viene luego
de ella –juicio particular, purgatorio, cielo o infierno-, vive
despreocupadamente la vida temporal y terrena, sin preocuparse por obrar el
bien, por amar a Dios y al prójimo. Según Santa Teresa de Ávila, aquí
interviene el demonio, quien hace creer al hombre “que sus placeres son eternos”.
Esta influencia demoníaca se da sobre todo en el hombre que vive en el mal,
despreocupado de la existencia de un Dios que premia a los buenos y castiga a
los malos, con lo cual piensa que tiene el camino libre para obrar sin límites
en el mal.
No es indiferente meditar o no en la caducidad de esta vida,
y en la muerte que nos espera, ya que la Escritura dice: “Piensa en las
postrimerías y no pecarás jamás” (Ecl
7, 40).
Por esto mismo la Iglesia, al imponernos las cenizas, se
comporta como una madre amorosa que recuerda a su hijo, que está a punto de
emprender un peligroso viaje, que tome todas las precauciones necesarias para
llegar a buen destino.
Cuando la Iglesia, al comenzar la Cuaresma e imponernos las
cenizas, nos dice: “Recuerda que eres polvo, y en polvo te convertirás”, nos
está diciendo al mismo tiempo: “Piensa en las postrimerías y no pecarás jamás”,
y “recuerda que al final de tus días, serás juzgado en el amor”.
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