“Echando en torno una mirada de ira” (Mc 3, 1-6). Resulta realmente
sorprendente esta descripción que hace el Evangelio acerca de la actitud de Jesús
en relación a los fariseos: “Echando en torno una mirada de ira”. La actitud de
Jesús contrasta con la imagen general que se tiene de Él, el de un Jesús
bondadoso y misericordioso, puesto que es la Misericordia Encarnada. Pero es
también la Justicia encarnada y esta vez, para los fariseos, que se niegan a la
misericordia, porque se niegan a que Jesús cure al hombre con una parálisis en
el brazo, por el solo hecho de ser sábado, no cabe otra actitud que la descarga
sobre ellos de la Justicia divina. Y es esto lo que justifica la expresión del
Evangelio: “Echando en torno una mirada de ira”. La ira de Dios se desencadena
sobre el alma que se obstina en el pecado, sobre el alma que se obstina en
negarse a obrar la misericordia, en negarse a ser misericordioso, como en este
caso los fariseos, que preferían cumplir la ley positiva de no hacer trabajo un
día sábado, antes que permitir que Jesús obrara la misericordia, curando su
brazo paralítico.
“Echando en torno una mirada de ira”. Debemos tener
precaución y no formarnos una idea equivocada de Jesús, la de un Jesús
bonachón, que, por caer simpático a todos, deja de obrar el bien para obrar la
injusticia: Jesús es Dios y en cuanto tal, es Misericordia Divina encarnada,
pero es también Justicia divina encarnada y por lo tanto, no puede dejar pasar
por alto las faltas contra la caridad y la misericordia. Seamos precavidos y
obremos siempre la misericordia, para no atraer sobre nosotros la mirada
iracunda del Hombre-Dios Jesucristo.
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