“Aquí hay alguien que es más que Jonás” (Lc 11,
29-32). Jesús trae a la memoria al profeta Jonás, recordado por advertir a los
ninivitas sobre un inminente castigo de Dios si no hacían penitencia y se
arrepentían de sus pecados, advertencia a la cual los ninivitas hicieron caso,
por lo cual Nínive no fue castigada.
El hecho de que Jesús traiga a colación al profeta
Jonás y se dirija a Él en tercera persona, como “alguien que es más que Jonás”,
se debe a que, como Jesús mismo lo dice, al momento de su prédica, la
generación que lo escucha es “malvada”, es decir, repite los pecados, la
malicia de Nínive. Y si la generación repite los pecados de Nínive y si Jesús
es como Jonás y todavía más que Jonás, entonces es claro que los está llamando
al arrepentimiento y a la conversión a aquellos que lo escuchan, ya que, si no
lo hacen, recibirán el castigo de Dios merecido por sus pecados: “Esta
generación es malvada”, dice Jesús y como es malvada merece castigo si no se
arrepiente.
Pero lo que hay que tener en cuenta es que cuando Jesús
dice: “Esta generación es malvada”, lo dice no refiriéndose solamente a la
generación de hace veinte siglos, a sus contemporáneos, sino a la humanidad en
su totalidad: la humanidad, apartada de Dios por el pecado original, ha caído
en la malicia del pecado, se ha dejado arrastrar por sus pasiones depravadas y
por lo tanto es susceptible de recibir el castigo divino a causa de sus pecados
si no se arrepiente y se convierte, tal como hicieron los ninivitas.
Por lo tanto, esta misma llamada al arrepentimiento y
a la penitencia que hace Jesús a quienes lo escuchaban en su tiempo, nos la
hace también a nosotros, desde el momento en que somos tanto o más pecadores
que los ninivitas y también pertenecemos a la “generación malvada”, en cuanto
somos descendientes de Adán y Eva. Es aquí en donde la figura de los ninivitas nos
ayuda a comprender y a vivir la Cuaresma: los ninivitas son un ejemplo para
nosotros acerca de cómo vivir la Cuaresma porque ellos escucharon la voz de
Dios, escucharon su advertencia de cambiar de vida, hicieron penitencia y así
no solo evitaron el castigo divino, sino que recibieron tantas bendiciones del
Cielo, que son y serán recordados hasta el fin de los tiempos por su
arrepentimiento y su buen obrar. Aprovechemos el tiempo de Cuaresma para que,
al igual que los ninivitas, también nosotros hagamos penitencia, nos
arrepintamos de nuestros pecados y recibamos el más grande don que Dios puede
hacer a la humanidad, Cristo Jesús en la Eucaristía.
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