“Los viñadores mataron al heredero” (Mt 21,
33-46). En la parábola de los viñadores homicidas, está relatada, con toda la
sencillez y la profundidad de la sabiduría divina, la historia de la salvación,
la historia del misterio salvífico del Hombre-Dios Jesucristo. Para descubrir
esta historia, es necesario reemplazar sus elementos naturales por los elementos
sobrenaturales. Así, la viña es primero la sinagoga, como iglesia del Dios
Verdadero en el Antiguo Testamento y luego es la Iglesia Católica, como Iglesia
también del Dios Verdadero, en el Nuevo Testamento; los viñadores homicidas son
los fariseos, los escribas y los doctores de la ley quienes, apoderándose de la
verdad revelada al Pueblo Elegido, cuando esa Verdad Revelada se completa en su
totalidad en Cristo Jesús, la rechazan y no la aceptan, apedreando y asesinando
primero a los profetas que anunciaban al Mesías y luego asesinando al mismo
Mesías en Persona, el Hijo de Dios encarnado, Cristo Jesús; el dueño de la vid
es Dios Padre, Quien es el que revela primero, en un primer momento, la verdad
de Dios como Uno al Pueblo Elegido y luego, en Cristo Jesús, Dios se
auto-revela como Uno y Trino y así su iglesia es primero la sinagoga y luego la
Iglesia Católica, cuyos miembros forman el Nuevo Pueblo Elegido; los enviados
del dueño, algunos apedreados y otros asesinados, son los profetas enviados por
Dios a lo largo de la historia al Pueblo Elegido para anunciarles la próxima
llegada del Mesías, pero la soberbia de escribas, fariseos y doctores de la Ley
los lleva a rechazarlos, llegando incluso hasta el homicidio de algunos de los
profetas; el hijo del dueño de la vid, el heredero, quien es finalmente
asesinado, es Cristo Jesús, la Segunda Persona de la Trinidad encarnada en la
Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth, es el Mesías anunciado por los
profetas, Quien es crucificado por el Pueblo Elegido, Pueblo que se
auto-excluye de esta manera de las promesas y así da lugar a que ingrese en su
lugar el Nuevo Pueblo Elegido, los bautizados en la Iglesia Católica, los que harán
dar fruto a la Vid que es la Iglesia y esos son frutos de santidad, los santos
que la Iglesia Católica ha dado a lo largo de su historia.
“Los viñadores mataron al heredero”. Ahora bien, los
viñadores que matan al heredero no solo son los fariseos, escribas y doctores
de la Ley; también podemos ser nosotros, los nuevos viñadores, los integrantes
del Nuevo Pueblo Elegido y de hecho lo hacemos, real, místicamente, cada vez que
cometemos un pecado mortal. Reflexionemos en este hecho y hagamos el propósito
de no solo alejarnos de toda ocasión de pecado, sino de crecer cada día más en
la vida de la gracia, la vida de los hijos de Dios, la vida de los viñadores
elegidos por el Dueño de la Viña, Dios Uno y Trino.
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