“¿Pueden beber del cáliz que Yo beberé?” (Mt
20, 17-28). Jesús les anuncia proféticamente a sus discípulos su misterio
pascual de muerte y resurrección; les anuncia que deberá sufrir mucho en manos
de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, les anuncia que incluso
habrá de morir en la cruz, para luego resucitar al tercer día. El anuncio que
hace Jesús no es el anuncio que hacen los líderes de la tierra, que prometen lo
que no pueden cumplir, hasta el paraíso en la tierra, con tal de lograr el
seguimiento de las masas, el aplauso de los hombres, la gloria mundana. Los líderes
de la tierra prometen cosas que no dependen de ellos y cuando consiguen lo que
quieren, es decir, el dinero y el poder, se convierten en tiranos, como lo dice
Jesús. Pero Jesús no es así; por el contrario, Él promete lo que sí puede dar, que
es el Reino de los cielos, pero por medio de la cruz, por medio del seguimiento
de Él por el Camino Real de la Cruz ya que solo la Cruz es el Camino para
llegar al Cielo.
Jesús promete el verdadero Paraíso celestial, la
dulzura del Reino de Dios, pero a cambio de beber antes la amargura del Cáliz
de la Pasión, el mismo Cáliz amargo que Él ha de beber en las Horas Santas de su
Pasión Redentora. Solo así llegarán al Reino de los cielos y es por eso que Jesús
les pregunta si son capaces de beber el Cáliz amargo de la Pasión: “¿Pueden beber
del cáliz que Yo beberé?”. Con esto Jesús les anticipa que no es fácil ganar el
Reino de los cielos y que, si lo quieren hacer, deben ineludiblemente
participar de su Pasión, de su dolor por los pecados de los hombres, de sus
lágrimas ante el estado de condenación eterna de la inmensa mayoría de los
hombres, de sus dolores físicos, morales y espirituales a lo largo de todo el Via
Crucis y finalmente, de su Muerte en Cruz. Solo si son capaces de
participar de su Pasión, de beber del Cáliz del dolor, serán capaces luego de
participar de la alegría de la Resurrección.
Los discípulos, movidos por el Espíritu Santo,
contestan: “¡Podemos!” y efectivamente lo harán, a pesar de una primera
defección en el Huerto de los Olivos, en donde dejarán solo a Jesús ante sus
enemigos, porque luego darán sus vidas por Jesús y así demostrarán que sí
podían beber del Cáliz de la Pasión, para luego resucitar para la eternidad con
Cristo Jesús.
“¿Pueden beber del cáliz que Yo beberé?”. También a
nosotros nos hace Jesús la misma pregunta, pero nosotros no respondemos por
nosotros mismos, sino amparados por el manto celestial de María Santísima e
invocando la asistencia del Espíritu Santo, sin lo cual es imposible participar
del misterio de Jesucristo. Entonces, auxiliados por la Virgen y asistidos por
el Espíritu Santo, unidos a la fe de los Apóstoles, decimos: “¡Podemos!”.
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