“Salieron a predicar la conversión, a expulsar demonios
y curar enfermos” (Mc 6, 7-13). Jesús reúne a los Doce Apóstoles y los
envía a misionar con un triple encargo: predicar la conversión, a expulsar demonios
y curar enfermos. Los encargos que da Jesús no son al azar ni por casualidad:
se trata de las tres grandes heridas que posee la humanidad luego de la caída
de Adán y Eva en el pecado original. Por la pérdida de la gracia, han vuelto la
espalda a Dios y no siguen su Ley, sino la ley depravada de sus pasiones sin el
control ni de la razón y mucho menos de la gracia, de ahí la necesidad de la
conversión del corazón a Dios, con la ayuda de la gracia, para que el hombre
regrese a la unión primigenia con su Creador. Les concede el poder de expulsar
demonios, porque antes de Adán y Eva, quienes perdieron la gracia y fueron
expulsados de la Presencia de Dios fueron el Demonio y sus ángeles apóstatas,
quienes desde entonces vagan por la tierra acechando a los hombres, ocultándose
detrás de ídolos paganos, detrás de ideologías materialistas y ateas como el
liberalismo, el comunismo, el marxismo, el ateísmo, para poder así apresarlos
bajo sus garras y precipitarlos al infierno al final de la vida terrena; de ahí
también la necesidad de que los Apóstoles posean el poder de exorcizar
demonios, el poder de expulsar demonios de los cuerpos de los hombres, para que
el hombre no caiga en el engaño de Satanás de hacerle creer que no existe, para
que el hombre se dé cuenta de que Satanás existe, que es un Ángel que odia a
Dios y a los hombres y cuyo mayor deseo es que se pierdan en el Infierno la
mayor cantidad posible de almas. Por último, Jesús les concede el poder de
curar enfermos, porque la enfermedad, el dolor y la muerte, son la consecuencia
de la pérdida de la gracia santificante por el pecado original y la curación de
las enfermedades constituyen una figura de la curación del alma por medio de la
gracia y el inicio de una vida nueva, así como el enfermo que al curarse inicia
una vida nueva, así el cristiano que recibe la curación corporal inicia una
vida nueva, esto es figura de la vida nueva de la gracia que confieren los
sacramentos, sobre todo la Eucaristía y la Penitencia.
“Salieron a predicar la conversión, a expulsar demonios
y curar enfermos”. Desde los tiempos en que Jesús envió a sus Apóstoles a predicar
la conversión, a expulsar demonios y a curar enfermedades, nada ha cambiado;
por el contrario, todo ha ido a peor: el mundo rechaza cada vez más la conversión
al Dios verdadero, Jesucristo; el demonio y sus ángeles apóstatas se muestran
cada vez más explícitamente a través de medios de comunicación masiva y a
través de iglesias dedicadas a su adoración y así innumerables almas se pierden
para siempre y las pestes, paradójicamente, creadas muchas de ellas por la
ciencia, provocan estragos entre la humanidad. Hoy más que nunca es necesario
entonces elevar los ojos a Cristo crucificado para implorar nuestra conversión,
la protección contra las acechanzas del Príncipe de las tinieblas y la sanación
de todo tipo de enfermedades provocadas por seres humanos sin escrúpulos.
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