“Dichosos
ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen” (Mt 13, 10-17). Jesús
proclama una nueva bienaventuranza, que puede agregarse a las Bienaventuranzas
del Sermón de la Montaña: “Dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos
oyen”. Sus discípulos pueden considerarse dichosos, felices, bienaventurados, y
la razón es porque “sus ojos ven y sus oídos oyen”. ¿Qué es lo que ven y oyen? Lo
que muchos santos, justos y profetas del Antiguo Testamento quisieron ver y oír
y no pudieron hacerlo: ellos ven a Jesús, el Hombre-Dios, Dios Hijo encarnado
en una naturaleza humana, y esta visión es algo que supera la más grande y
hermosa de todas las grandes y hermosas visiones que alguien pueda jamás tener.
Ver y contemplar al Hombre-Dios Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, en Persona,
en su naturaleza humana asumida hipostáticamente, personalmente, por Él, es
algo más grande que ver incluso al Reino de Dios, porque Jesús es algo más
grande y hermoso que el Reino de Dios, ya que es el Rey del Reino de Dios, que
supera infinitamente en majestad, poder, gloria, hermosura y grandeza a todos
los ángeles y santos unidos. Ésta una de las razones de la dicha de los discípulos.
La
otra razón por la cual los discípulos de Jesús se pueden considerar felices,
dichosos, bienaventurados, es porque escuchan y pueden comprender, porque les
ha sido dada la luz del Espíritu Santo, las enseñanzas y parábolas de
Jesucristo, el Cordero de Dios, que es la Sabiduría de Dios encarnada. Por esta
razón, escuchar y entender una sola de sus parábolas, vale más que toda la
sabiduría humana acumulada hasta el fin de los tiempos y vale más que toda la
plata y el oro de la tierra entera.
“Dichosos
ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen”. Nosotros no vemos a Jesús en Persona,
ni escuchamos en Persona sus enseñanzas; sin embargo, nos podemos considerar
todavía más dichosos que los discípulos, porque vemos, con la luz de la fe, a Jesús
resucitado en la Eucaristía y podemos escuchar, por el Magisterio de la
Iglesia, sus enseñanzas divinas. Por estas razones, somos más dichosos y
bienaventurados que los contemporáneos de Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario