“Lo
sembrado en tierra buena es el que oye la Palabra y da fruto” (cfr. Mt
13, 18-23). La parábola del sembrador es explicada por el mismo Jesús: “Escuchen
ustedes lo que significa la parábola del sembrador. A todo hombre que oye la
palabra del Reino y no la entiende, le llega el diablo y le arrebata lo
sembrado en su corazón. Esto es lo que significan los granos que cayeron a lo largo
del camino. Lo sembrado sobre terreno pedregoso significa al que oye la palabra
y la acepta inmediatamente con alegría; pero, como es inconstante, no la deja
echar raíces, y apenas le viene una tribulación o una persecución por causa de
la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre los espinos representa a aquel que oye
la palabra, pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas,
la sofocan y queda sin fruto. En cambio, lo sembrado en tierra buena,
representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto; unos, el ciento
por uno; otros, el sesenta; y otros, el treinta’’.
Ante
esta parábola, debemos preguntarnos cómo es nuestro terreno, es decir, nuestro
corazón, en donde cae la semilla de la Palabra de Dios, porque de cómo sea
nuestro corazón -y por lo tanto, si da o no da frutos-, depende de nuestra
libertad, de nuestro libre albedrío. Si decidimos vivir en gracia y apartarnos
del pecado, ésa será la forma en la que la semilla de la Palabra de Dios dará
en nosotros frutos de santidad.
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